Caza a Garzón

La verdad tiene doble filo, hiere al que desenmascara pero a la larga también al que la descubre.

Parece que el Juez Garzón está resultando demasiado terco en el ejercicio de su función de velar por la justicia, y cada día son más los que se sienten molestos con tanto vigor.

En esos casos la conspiración suele comenzar por los propios colegas que tienen que ver cada día como un hiperactivo les enmienda la plana y les deja el cartel por los suelos. ¡Así no hay quién descolle! (piensan para sí). El desprestigio y mancillamiento del buen nombre es el camino más corto, pues ya lo dice el refrán: difama que algo queda.

A ellos se van uniendo, por unas u otras razones, diversos tiradores de piedras pero lo mas fastidioso para todos es que frente a cada ataque el Superjuez no se arredra sino que se retroalimenta y se lo toma como un reto  encontrando el camino jurídico de defensa, porque sabe derecho y lo demuestra. Mas les valía a sus colegas dedicarse a sus funciones y dejar de perder de tiempo metiéndose con un compañero valioso, que hay mucha limpieza que hacer en otras partes y no nos salen precisamente baratos.

A raíz de esta reflexión encuentro el blog de Antonio Orejudo, columnista de Público, que bajo el título «El Derecho es una ciencia exacta» termina diciendo:

«Robles, Varela… ¿son estos los jueces para la democracia? Pues casi preferiría unos jueces para la dictadura. Por lo menos, sabes a qué atenerte. En este trágico sainete de Garzón, los únicos que no engañan a nadie son los de Falange.»

Caza a Garzón

La verdad tiene doble filo, hiere al que desenmascara pero a la larga también al que la descubre.

Parece que el Juez Garzón está resultando demasiado terco en el ejercicio de su función de velar por la justicia, y cada día son más los que se sienten molestos con tanto vigor.

En esos casos la conspiración suele comenzar por los propios colegas que tienen que ver cada día como un hiperactivo les enmienda la plana y les deja el cartel por los suelos. ¡Así no hay quién descolle! (piensan para sí). El desprestigio y mancillamiento del buen nombre es el camino más corto, pues ya lo dice el refrán: difama que algo queda.

A ellos se van uniendo, por unas u otras razones, diversos tiradores de piedras pero lo mas fastidioso para todos es que frente a cada ataque el Superjuez no se arredra sino que se retroalimenta y se lo toma como un reto  encontrando el camino jurídico de defensa, porque sabe derecho y lo demuestra. Mas les valía a sus colegas dedicarse a sus funciones y dejar de perder de tiempo metiéndose con un compañero valioso, que hay mucha limpieza que hacer en otras partes y no nos salen precisamente baratos.

A raíz de esta reflexión encuentro el blog de Antonio Orejudo, columnista de Público, que bajo el título «El Derecho es una ciencia exacta» termina diciendo:

«Robles, Varela… ¿son estos los jueces para la democracia? Pues casi preferiría unos jueces para la dictadura. Por lo menos, sabes a qué atenerte. En este trágico sainete de Garzón, los únicos que no engañan a nadie son los de Falange.»