8 de marzo. Todas paramos

          No es solo que a las mujeres se nos pague menos que a los hombres por el mismo trabajo. No es solo que seamos las cuidadoras por devoción o, lo que es peor, por coacción. No es solo que tengamos que vivir temiendo ser agredidas, vejadas, acosadas, violadas y amenazadas. No es solo que los jefes, compañeros, parejas e incluso, acaso, los hijos nos hablen de forma condescendiente, como si no entendemos su discurso plano. No es solo que un mindundi de la banca on line nos trate de tontas cuando él mismo se enrosca en sus torpes explicaciones. No es solo que con menos méritos los compañeros asciendan en el trabajo a base de desmerecer o apropiarse del nuestro. No es solo. No es solo. No es solo. Es todo eso y el tufillo patriarcal que invade nuestro cada día haciéndonos gastar energías innecesarias, quemándonos la vida para que otros cumplan sus sueños a cambio del sacrificio de los nuestros. Esto debe acabar, por una pura y simple razón de justicia. Porque el sentido de la vida de las mujeres no está en ser sus criadas, ni sus putas, ni sus cocineras, ni las amas de cría de los hijos con los que luego nos chantajean, ni sus esclavas cuidadoras de suegros y demás parentela, ni sus planchadoras de camisas, ni las aportadoras de dinero que se minimiza para invisibilizarnos y hacernos creer que dependemos de ellos al acabar nuestra doble jornada fuera y dentro de casa.

         Por eso paramos el día 8 de marzo, paramos de trabajar, de atender, de comprar, de hacer cualquier cosa que no sea dedicarnos el día a pensar solo en nosotras, en el sentido de nuestra vida, única vida. Que lo vean ellos, la economía, el mundo. ¿Os parece duro?, pues tanto como la vida misma de las mujeres.

«Diario Palencia,  24/02/2018»