La noche oscura del alma

      Ese tiempo de zozobra interna, duda y extrema soledad que reflejó San Juan de la Cruz o que los budistas señalan en el camino hacia el despertar. Un momento repentino en el que nos sentimos abandonados en un laberinto de pensamientos negativos con los que nuestra mente crea una realidad inexistente y nos hace ver lo que no existe al tiempo que nos bloquea las puertas de salida. Todos los mortales transitamos en algún momento por esa noche oscura buscando en un desierto angustioso un lugar dónde encontrar la energía necesaria para volver a dar luz a nuestras vidas. Es el momento de la sombra, la propia sombra que siempre estamos echando de nuestro presente a manotazos, qué crece más que nuestra luz porque de pronto un suceso, un pensamiento o una circunstancia inesperada nos pone de frente las cuestiones que hemos obviado: ¿Quién soy? ¿Qué quiero? ¿Cuál es el objetivo que he venido a cumplir? Y caemos en un pozo oscuro que solo tiene dos salidas, hacia arriba para dejar de ser gusanos y volar de mariposas, reconstruirnos e iniciar la búsqueda de quienes éramos antes de que nos dijeran como debíamos ser, es la cuarentena de Cristo en el desierto o la de Buda en la purificación, para volver como seres nuevos e integrados después de experimentar el terrible sufrimiento que nos causan los espejismos creados por nuestra propia mente, esa que nos hace sentir que vivimos solos, separados, que nos tiene a la defensiva porque nos pone ante los ojos un entorno hostil magnificado. O la otra salida, la de seguir cavando hacia las profundidades, la de rendirse, la de ya no puedo más, todo es inútil, no tengo fuerzas ni ganas de luchar, que esto acabe pronto. “Hemos de aceptar la noche oscura y vivir en consonancia a ella porque el alma se alimenta de la oscuridad tanto como de la luz”, dijo Thomas Moore.

Diario Palentino, 29 de septiembre de 2018