Catalanes versus catalanes

            No me gustaría estar sentada estos días a la mesa de una familia catalana con divergencias ideológicas. Tan amantes de las costumbres y tradiciones, a las que se agarran como a una cruz de salvación, van a tener que contener la respiración durante las celebraciones navideñas. Porque en Cataluña a nadie se obliga a ser independentista pero se mira de reojo a quien no lo es, lo que se traduce en que la mitad del pueblo catalán mira mal a la otra mitad y eso es un verdadero problema, sobre todo en el día a día de su convivencia. Desde el paleta, que ya hace meses dejó de bajar al bar de su barrio para que no le conminen a manifestar su posición en el Procés, hasta la madre que se considera y quiere seguir siendo española frente a sus belicosos hijos simpatizantes de la CUP hay un abanico de discusiones que suele terminar rehuyendo la conversación y a veces, incluso la compañía. El verdadero autoritarismo que se vive en Cataluña es el de los indepes sobre los demás. Se respira, está en el aire, en las miradas y en las estridentes expresiones, como denominar fuerzas de ocupación a la policía nacional o a la guardia civil. Las elecciones catalanas han dejado sobre la mesa un preocupante plantel, después de ignorar las leyes democráticas por pactos gobernará el sector soberanista que ha demostrado no tener en cuenta a más de la otra mitad del pueblo catalán, y una preocupante ruina económica de toda la comunidad y para muchos años vista. Lo peor vendrá después, el efecto contagio, País Vasco y Navarra para empezar. Qué vivan los reinos taifas. A ningún ser inteligente se le ocurre que siendo menos y más pequeños se puede más, pero las ovejas no piensan y a veces el pastor tampoco. Salud y felices fiestas.

«Diario Palentino, 24 de diciembre de 2017»