Por caridad, Sr. Casado, cállese

        Comprendemos su miedo a que los ultras le roben los votantes más extremos. Comprendemos que su inexperiencia en la política de altura le provoque inseguridades. Podemos, incluso, llegar a entender, que su ambición medradora le desoriente de la situación real. Lo que no se concibe es la falta de caridad al utilizar a los contagiados y fallecidos de la pandemia con fines torticeros. Como tampoco, que manipule el miedo y el dolor con mentiras, aspavientos y amenazas. El Gobierno de España, como cualquier gobierno decente del mundo ante esta dura situación, está haciendo todo lo posible por cuidar la salud de los españoles, e intenta compensar, desde el Estado central, las deficiencias sanitarias promovidas a conciencia por los gobiernos del PP. La alarma es mundial, el material escasea en todas las partes del planeta, pero la ciudadanía se vuelca en colaborar, se respira solidaridad. El ruido desagradable es desmotivador, queremos optimismo para compensar el miedo. Sr. Casado, pregunto: ¿Se ha parado a pensar de qué manera influye el ambiente de negatividad, que usted crea, en los profesionales y voluntarios que arriesgan su vida cada día para cuidarnos; se ha dado cuenta de que estamos en una guerra mundial contra un enemigo invisible y no tenemos armas para contenerlo; en algún momento hace autocrítica de sus actos de boicot y sabotaje a quienes entregan todas las horas del día a los demás; cree que títeres como la señora Ayuso benefician a su causa, o la señora Monasterio apuntalando mentira tras mentira? Cuando pase esto todo se juzgará, no le quepa la menor duda, tanto la obra del gobierno como la de la oposición. Pero, de momento deje de poner palos en las ruedas y arrime el hombro. Nadie pide aplausos, solo que no moleste. Es lo que haría un hombre de estado, un político de altura generoso y solidario.

Diario Palentino, 29 de marzo de 2020.

Vaya tesitura

         Nunca pensé que iba a tener que vivir una situación así. Es la frase más escuchada últimamente. Y, aunque el humor nos demuestra que se ha despertado el ingenio y espanta el fantasma del miedo, cada nueva noticia nos devuelve a las tribulaciones. Junto al sentimiento de profunda gratitud para quienes se juegan la vida cuidando, acompañando e intentando curar a los contagiados, se nos despiertan otras reflexiones terriblemente inquietantes. ¿Quién puede elegir entre dos vidas humanas? La escasez de recursos requiere tomar decisiones. En economía, entre cañones y mantequilla. En esta pandemia, el respirador y los equipos de cuidados intensivos se ven superados por la previsible demanda. La cruel instrucción a los médicos es elegir aquellas vidas que tengan más posibilidades de salvación. Nadie ha dicho que se deseche a los abuelos, solo que con la edad el cuerpo está más deteriorado y coincide con lo indicado, pero puede haber jóvenes con lesiones difíciles que también serán postergados ante otras personas sanas con más posibilidades de supervivencia, aunque sean más mayores. Es duro, muy duro, no me gustaría ser médico en esta circunstancia. Habrá casos en los que será muy difícil prever como puedan reaccionar los cuerpos. Cuando me vi de paciente en esa situación, decidí revelarme. Una mañana entró un adjunto de la unidad de aislamiento de trasplantados de médula ósea de Salamanca, rodeado de cuatro discípulos y revestido de soberbia,  y me dijo que me sacarían a planta porque había un niño que necesitaba mi sitio y que los niños eran preferentes para él, le respondí que qué preferencia tenían mis niños o si quería dejarlos huérfanos; enseguida encontró otra solución. Y aquí estoy, diez años después. Si me hubieran aplicado la regla de la edad hoy no podría contarlo.

Diario Palentino, 22 de marzo de 2020