Vemos a nuestro paisano envarado en su toga en las fotos de la prensa, leemos su apabullante currículo plagado de estudios, publicaciones, reconocimientos y cargos en ascenso. Vemos, oímos y leemos lo que dicen de él, de su nombramiento no consensuado, de las dudas que suscita su procedencia conservadora, de las loas que le dedican quienes lo han propuesto, del sistema de elección regulado por la ley española. En dos días, saturados de observaciones sobre algunos aspectos más conocidos de su trabajo, se han abierto debates en las redes: sí o no a la tumbada doctrina Parot que propuso para evitar el excarcelamiento anticipado de los delincuentes más peligrosos; o su oposición a que un banquero se fuera de rositas con lo que hoy se conoce como doctrina Botín, argumentada por el Partido Popular para librarse de ser juzgado por corrupción. Asimismo, intervino en la inhabilitación del juez Baltasar Garzón quien, sin embargo, ha pedido que el examen de este candidato en la comisión «sea realmente exhaustivo, donde se valoren los méritos y no solamente quien lo haya propuesto”.
Es lo que tiene la exposición pública, que se está en el candelero, por más que a Julián no le guste. Y es que quienes le conocen saben que es un hombre familiar, sencillo, dialogante y hasta un poco tímido, amigo de sus amigos palentinos que son muchos y los de siempre, aquella pandilla con nombre propio. Lidia, su mujer, también palentina, y sus dos hijos, tendrán que lidiar con las cargas del cargo y las limitaciones para su vida privada. Ahora le veremos en la prensa más que en persona. Para estrenarse en el encargo el marrón no es pequeño, coger el relevo en el espinoso asunto del “Procés”.
«Diario Palentino, 25/11/2017»