“Lo que más nos importa, salud y autoestima”
Son muchas las ocasiones en que el entendimiento entre los sexos es distante debido al diametral punto de vista y la falta de conocimiento del funcionamiento mental y hormonal de la otra parte. Basaré mi reflexión relatando a mi manera los resultados de un experimento que se puso en práctica con alumnos de un programa de retoque fotográfico, según nos cuenta Luz, a la sazón “profe” de Photoshop,
A tal fin se les entregó en pantalla la foto de una joven mujer ataviada de un escaso bikini sobre fondo playero para que manipulando las herramientas del programa le hicieran las transformaciones que consideraran al gusto.
Los aprendices varones aumentaron el volumen de los senos y el tamaño de las caderas, en algunos casos hasta dimensiones en que la modelo quedó convertida en lo más parecido a la atávica imagen de la paleolítica Venus de Wilendorf, mientras que las alumnas mujeres adelgazaron a la pobre chica en su cintura y en sus muslos hasta dejarla como anoréxica irredenta.
Años ha, ya en las clases de Arte, nosotras nos fijábamos, como modelo, las venus griegas de Milo y de Plaxiteles, de cánones perfectos, cintura, caderas y senos proporcionados, mientras que a nuestros compañeros les causaba sensación la visión de las mollares, exuberantes y rebosantes, gordas de verdad, Venus de Rubens y Tiziano.
Queda clara la falta de confluencia de los sexos en cuanto a estética se refiere. Ellos nos prefieren rellenitas y sobradas y nosotras nos gustamos esqueléticas. Pero ¿Hasta qué punto somos libres y decidimos lo que queremos, o somos influenciables por una estética comercial que nos incita al consumo? Recordemos que el inconmensurable mercado de la moda que mueve miles de millones de euros y dólares al año oscila al ritmo del consumo de moda por la población femenina. La esclavitud en las marcas, los modelos, los colores, los conjuntos, el dispendio exacerbado, es lo que buscan los imperios de la moda. Otra de tantas modalidades de sometimiento a cánones de conducta, que además nos rasca el bolsillo y de rebote mantiene una red de subempleos y mano de obra barata en lugares donde para las mujeres el tipo flaco proviene de la necesidad.
Pero en cuanto al gusto estético hay otra cara no menos importante a tener en cuenta y es la del peligro derivado de la obsesión por la delgadez que puede llegar a atentar contra la propia salud. Un autocastigo que nos infringimos al esclavizarnos en el menú privándonos del merecido placer de comer, equilibradamente, lo que nos gusta. Y sin embargo esa dedicación constante para que los trajes nos caigan como un guante puede llevarnos a otro más grave riesgo, que el fracaso nos afecte en la autoestima, y su pérdida es el verdadero y gran problema de toda mujer. Mirarnos a solas en el espejo y vernos guapas, saludables, inteligentes, atractivas e imbatibles, debe ser nuestra primera consigna de cada mañana antes de salir de casa, y ello implica tanto el atuendo exterior como el cultivado intelecto. Porque cómo nos veamos, nos verán y tratarán. «Periódico CARRIÓN, 2ª quincena abril 2011»