La corrupción de los tentáculos del PP llega hasta la universidad
Hay esferas de la sociedad que todavía merecen un respeto en el imaginario colectivo, y una de las pocas que quedan es la Universidad. Considerada como cuna del saber, de la innovación, de la cúspide de la docencia y de la formación del conocimiento crítico, goza del supremo valor de encabezar todo avance científico y cultural de la organización humana social, pero ha sido tocada, también, por la sombra negra de la corrupción de esta derecha española que engaña y, a quien, sorprendentemente, se la perdona.
La Universidad Rey Juan Carlos I es pública, se mantiene con dinero de los impuestos ciudadanos y de las carísimas matrículas de los estudiantes, pero se gestiona de aquella manera, por ejemplo contratando a la hermana de Cristina Cifuentes, porque era la que más méritos tenía y lo merecía. Al rector lo elige la Comunidad Universitaria entre sus propios catedráticos, de modo que el ilustre plagiador, Fernando Suarez Bilbao, acaba de decidir aumentar el sueldo y crear un nuevo plus de docencia a un tercio de su plantilla de cara, se supone, a las próximas elecciones al rectorado a celebra celebrar en 2017, es decir, que siete denuncias de plagio que se van sumando hasta ahora, no solo no le hacen enrojecer, sino que con la anuencia de los políticos del Partido Popular con mucho mando en esa universidad, piensa que podrá, porque quiere y puede seguir al frente del rectorado. Es el beneficio de tener fe ciega en los padrinos que lo cobijan y que, vergonzosamente, no lo han presionado para que dimita, como ya viene siendo habitual y véase el reciente caso del alcalde machista, al que la propia presidenta Cifuentes excusa porque ya se ha disculpado.
Susodicho rector, da grima solo nombrarle con ese título, y presunto delincuente, sigue al frente de la institución universitaria mancillando el nombre del saber y poniendo en duda la calidad y seriedad de todo lo que en ella se imparte. Qué forma de mafia gobierna esa universidad, parece un bunker de opacidad donde ni el resto de profesores ni los propios sindicatos del ramo encabezan una iniciativa para que se aclaren las cosas y devolver el respeto que nos merece la cuna del saber humano, tienen miedo o algo que ocultar, o simplemente les da igual. Llámame perro y tírame pan, es el lema de la España actual donde todo vale porque todo consentimos sin rechistar.
«Diario Palentino, 04/12/2016»