Cada cambio de año nos hacemos nuevos y concienzudos propósitos, y, además, con ilusión porque no nos conocemos. Algunas intenciones nos duran un mes o dos, otras solo mientras las pronunciamos, pero se suelen quedar en el nivel superficial del tipo dietas o matrículas en los gimnasios. Los verdaderos cambios no se obtienen a corto plazo, requieren modificar la mentalidad y sobre todo saber de lo que somos capaces de hacer con nuestra forma de ser o de pensar, qué ideas preconcebidas o qué bloqueos nos impiden progresar. Esto requiere un trabajo profundo que hay que acometer con decisión y fortaleza. El autoconocimiento nos da el grado de madurez humana. Saber de nuestros defectos y potenciales para responsabilizarnos de lo que es nuestra vida, la que nos hemos creado. “Conócete a ti mismo”, memorable frase repetida, estudiada y coreada inconmensurables veces. Lo ponía en la entrada del Oráculo de Apolo en Delfos, a donde acudían los ciudadanos para preguntar y pedir a los dioses. El oráculo aconsejaba: primero pregúntate a ti mismo. Es fácil decirlo pero cómo lo hacemos sin engañarnos. Todos los libros denominados de autoayuda, que vuelven a proliferar entre los más vendidos, la meditación, que nos enseña a contactar con el cuerpo y darnos cuenta del ritmo de la respiración, persiguen este propósito. Se ve que la humanidad está en un momento en que la hace falta tomar tierra. Vivir en la mente de forma constante nos trastorna, nos hace creer que el pasado que hemos vivido es como lo pensamos, como nos lo hemos contado. También inventamos el miedo a un futuro que nos imaginamos, que no ha sucedido y puede que no suceda pero ya lo sufrimos por anticipado. Para este comienzo de año, mira donde estabas hace diez años y escribe donde estarás dentro de diez si no cambias nada. El mismo camino siempre lleva al mismo lugar.
Diario Palentino, 5 de enero de 2020.