“No me cansaré de poner el dedo en la complicidad ciudadana sobre lo que nos está pasando”
Tal y como está configurado nuestro sistema democrático, con una Ley electoral más que discutible, una dificultosa iniciativa legislativa popular, una organización del Poder Judicial con mal pasado, deficiente presente y muy dudoso futuro, podemos preguntarnos ¿De verdad funciona bien nuestra democracia?
Los instrumentos para que este régimen de gobierno funcione son, por encima de cualquier otra forma de asociación, los partidos y los sindicatos. Pero estos han tenido un pésimo envejecer en tan pocos años de democracia que llevamos “disfrutando” los españoles. Nuestros medios más representativos de participación no han evolucionado al compás de la ciudadanía y de los requerimientos en los tiempos que corren, ni son transparentes ni fiables. Más bien han conseguido desfondar nuestra fe en quienes hablan por nuestra boca.
El resultado son mayorías absolutas que otorgan carta blanca a un gobierno, cuyas primeras medidas, y a pocos días de la cita electoral, ya son recriminadas por una buena parte de sus propios votantes. ¿La clase política y sindical ha olvidado el “bien común”, su objetivo primordial, y solo habla para sí?
¡A qué tanto ruido! “Las urnas han hablado” dice la Vicepresidenta, Sáez de Santamaría, y en su silogismo, aunque fundamentado en falsos programas y promesas, tiene razón. Las urnas recogen, escuchan y leen lo que los electores depositan, el supremo poder del pueblo.
Pero… ¿Qué pasa, entonces? Lo vemos en los recientes sucesos de Valencia. Los escolares no votan, pero los estudiantes sí, y los profesores, y las madres y los padres. ¿Pues qué esperaban? Un Jurado Popular absuelve a Camps y las urnas le dan mayoría absoluta en el poder ¿Es que a estas alturas y después de treinta y tres años de democracia constitucional, no sabemos distinguir lo que votamos? ¿Ahora se quejan del aeropuerto sin aviones?
Sería una lástima pensar en una verdadera inconsistencia mental del electorado español. Como si decidiéramos a coces. –Ahora me enfado con estos, pues voto a los otros- No me cansaré de poner el dedo en la complicidad ciudadana sobre lo que nos está ocurriendo.
Los superpoderes acumulados en una sola mano suelen ser ejercidos contundentemente y sin piedad. Ya no se lleva cortar cabezas, pero acallar las protestas pacíficas esgrimiendo una violencia extrema parece que está amparado por la ley… y por la urnas.
Algo, o mucho tendrá que ser revisado sosegadamente en ésta nuestra precaria democracia. «Diario Palentino, 26/02/2012.»