Mundo inmundo: la nueva arquitectura de frontera

55de0a13540a5.r_1440684400041.0-115-2910-1614«Celebramos la caída del Muro de Berlín construyendo alambradas de concertinas»

     Así es la condición humana. Así somos; mi casa; mi tesoro. Los que sufren están lejos, al menos de nuestras almas, aunque sean los vecinos más cercanos. Dentro de un mes hará 25 años de la última reunificación de Europa que puso fin a la etapa negra de un comunismo que no consiguió acercarse a los beneficios que prometía su teoría inspiradora. La caída de aquél muro fue, tal vez, el acontecimiento más emocionante del siglo XX; familias abrazándose, lloros, suspiros, gestos de incredulidad, cánticos de libertad y jóvenes radiantes escalando en aquella pared que fuera frontera de muerte y exclavitud.

     Pero, como seres de selectiva memoria, olvidamos lo que queremos y volvemos sobre nuestros pasos. Qué poco nos ha importado el avance del Estado Islámico criado a los pechos de las potencias con intereses espúrios en el conflicto. Nos han tenido que invadir familias enteras huyendo en estampida y en todas las direcciones para que alguien tome las riendas y decida acabar con tan esperpéntica y cruel situación. Qué Rusia quiera estabilizar la zona a cambio de fortalecer su control sobre el Mar Negro a través de Ucrania y la siempre maldita península de Crimea, es un argumento seguramente real, pero acabando con el Estado Islámico, como está haciendo, al menos los dramas de refugiados terminarán, y no tendrán que dejarse la piel a tiras en la nueva arquitectura de frontera que hace sangrar a los débiles cuerpos humanos cuando luchan por sobrevivir, como es deber natural de todo ser vivo.fotonoticia_20150910150201_1280

     Ante la avalancha de civiles desconcertados y hambrientos, y después de tan sonados encuentros entre los líderes divinos, la UE acuerda dedicar millones de euros para hacer frente a la situación. Pero, cuando los oyentes creíamos que esos dineros se destinarían a facilitar la vida de los que van llegando, nos cuentan que los han dedicado a construir fronteras de vallas impracticables para que se estrellen de morros los incautos que veían por la tele a la vieja Europa como una madre acogedora y humanitaria.

     Y, una vez más, las intervenciones en otros países se vuelven como un boomerang de trayectoria imprevista para darnos en el coco cuando más tranquilos estábamos. La geopolítica es así, tiene sus propias normas. Muros, intervenciones, guerras, concertinas, daños colaterales, intereses creados. Mentiras al fin.

«Diario Palentino, 11 de octubre de 2015»

La ciberguerra mundial

Cyber_Europe_logo_RGB-247x300“Los secretos de Estado escapan por la red como el agua en una cesta”

             Andamos tan entretenidos con las noticias de casa que no prestamos atención a la grave amenaza que nos acecha en el próximo oriente. Pasamos por alto que EEUU mantiene en nuestra vecina Turquía un arsenal con setenta bombas nucleares. Como es su costumbre, los USA se erigen en supremo poder y ahora quieren defender al mundo del malvado Irán que cría al igual que ellos, uranio enriquecido. El vecino Israel es pieza fundamental del juego bélico. Carrera vertiginosa de rearme que según la historia nos enseña acabará usándose, porque aunque haya que tirar a dar a una lata ningún cazador se vuelve a casa con la escopeta cargada.

Ánimos siempre calientes por esas tierras de tantos dioses y santones superpuestos, como terreno abonado para guerras continúas desde el principio de los tiempos.

            Pero en caso probable de desatarse un conflicto la mecha ardería para todo un planeta hambriento y desencantado. Y no sería una conflagración al uso convencional. Además de los aviones invisibles no percibidos por los radares y las bombas químicas entre otros inventos malignos de la humana raza,  los estrategas de la guerra cuentan ahora con la informática, el ciberespacio, la más sibilina e invisible de todas las armas.

            Los hacker han demostrado en la práctica el gran poder de este instrumento desconocido en el campo bélico. Los secretos de Estado más cuidados escapan por la red como el agua en una cesta. Y cuando grupos de ciudadanos se sienten atacados, al minuto cae la página del agresor o suma miles de protestas. Los gobiernos temen a la red y dictan leyes sancionadoras justificándose en la seguridad nacional puesta en juego por la difusión de datos, aunque las mismas leyes también son utilizadas para manipulación y privación de transparencia.

            En un conflicto bélico hoy, desde un solo ordenador podría el país atacante dejar al otro sin iluminación, sin alimentos, sin transportes, sin comunicaciones, se pararían los trenes, los hospitales, por supuesto los bancos, las puertas automáticas, los refrigeradores. Con solo un dedo y a distancia considerable se manejarían aviones autopilotados tirando bombas.

Los posibles ataques contra los servidores utilizados por uno u otro bando son inimaginables y sus resultados imprevisibles. Hace meses que Israel está reclutando un ejército de hacker con doble intención, desmontar al enemigo y proteger su propia seguridad.

Diario Palentino, 4 de noviembre de 2012