“Ellos las prefieren tontas”

“Con mayor intensidad sentimos que las mujeres políticas que nos colocan los hombres para representarnos deben superar una prueba de docilidad y obediencia para que no les hagan sombra en su elucubrante gestión”

Cuando oímos hablar de Dolores Ibárruri, de Clara Campoamor, de Victoria Kent y otras tantas anónimas mujeres políticas, profesionales, independientes, con criterio propio y de personalidad y formación arrolladoras, que pelearon en estrados políticos, judiciales, universitarios, etc. tratando de convencer con sus buenas razones y su mucho esfuerzo lo que consideraban mejor para la sociedad de su tiempo, por encima del discurso casi siempre interesado y solapado de algunos o muchos hombres de su tiempo, no podemos por menos que tomar aire y aún en momentos de desaliento, pensar: ¡Hay que seguir trabajando en la igualdad! Las ministras que han exigido la presencia de las mujeres en las políticas públicas (Teresa Fernández de la Vega, Bibiana Aído, y sus antecesoras de los tiempos aún más difíciles) están desapareciendo pausadamente y en silencio.

Somos muchas las mujeres españolas que cada cierto tiempo nos vemos invadidas por ese sentimiento de estupor, ese sonrojo silencioso que nos deja sin aliento y con un nudo en el pecho que nos aprieta como un puño, cuando queremos defender a ultranza la ocupación de puestos en cargos de decisión pública o privada y nos topamos con una mujer que presuntamente nos representa y cuando habla  mete las patas sin ningún pudor porque se limita a leer sin previo conocimiento ni crítica lo que otro ignorante la ha escrito sobre la marcha para salir del paso evitando el cálculo del ridículo a que nos somete a todas las demás paisanas.

En el reciente Debate sobre el Estado de la Nación, ocasión anual de poner las cartas sobre la mesa para gobierno y oposición, escenario en el que todos los partidos, formaciones y tendencias tienen su tiempo para examinar, proponer y analizar de pasado y de futuro lo que conviene a nuestro país, el sonrojante lapsus emocional vertido por la Sra. Diputada nacional por Coalición Canaria, Dña. Ana Oramas ha dado pie a mucho macho de ambas orillas para desprestigiarnos y decir que las mujeres no valemos para hacer política, mientras que muchos presuntos intervinientes de la derecha desbarran con más vergonzosos argumentos a diario y nadie resalta su metedura de pata. La mancha  no solo la estropeó el traje sino todo el ropero de años que lleva peleando con pertinaz maestría los intereses de los canarios. Su ciertamente “desbarre” relatando sus coincidencias con Zapatero nublaron el resto de su discurso lleno de verdades como  “bancarrota democrática” “sociedad sin esperanza” “envenenamiento progresivo de la convivencia política” “priman la fidelidad y la disciplina frente al talento y la competencia” etc. Pero tan satisfechos los hombres presentes en todas las bancadas pusieron la nota en el minuto de lapsus de ridiculez que la hizo perder todo el partido.

Cada día con mayor intensidad sentimos que las mujeres políticas que pretenden representarnos no son más que “sumisas, dóciles y jaboneras”, como dice mi amigo Tomás. Políticas designadas por hombres para que sean obedientes y no les hagan sombra en esta su desastrosa gestión de los recursos naturales, de las políticas de desarrollo, de las instituciones democráticas y de la despensa mundial. Esta crisis mundial que soportamos y que afecta sobre todo a las mujeres más pobres y empobrecidas y a sus pequeños, habla por sí misma. ¿Quién está el frente de los bancos, las multinacionales, los gobiernos y las guerras? Hombres, hombres, hombres. Ya han demostrado lo que saben hacer, es mejor que se aparten de los asuntos importantes y se vayan a jugar al golf o al mus, que tanto les pone. «Periódico CARRIÓN, 16 de julio de 2011»

*Foto Lucía Meler Maura.

Crisis y Mujeres

“El retroceso en la igualdad es patente, ni los partidos que enarbolaban la bandera feminista y de la igualdad respetan ya sus propias normas sobre las tan discutidas cuotas”

Ya antes de la crisis las cifras que daban los niveles de pobreza se engrosaban sobre todo por mujeres (70% de los habitantes del planeta). Mucho más, por supuesto en los países del subdesarrollo donde entre los pobres, las más pobres aún son las mujeres.

Pero en cualquier parte, la leyenda de que en caso de divorcio nosotras somos las que expoliamos al otro consorte no es más que eso, un tópico machista para hacer malos chistes y más que mediocres comentarios de barra de bar. La regla general es que una divorciada sufre automáticamente una merma en su poder adquisitivo y en la calidad de vida de sus hijos a cargo.

Sabemos por experiencia de nuestro entorno social que una mujer sin recursos propios es más candidata a perder el control sobre su propia vida que otra que se vale económicamente por sí misma.

Una crisis como la que estamos sufriendo está socavando aún más los cimientos de la desigualdad, y ante la escasez de medios las mujeres sufrimos más que los hombres si las circunstancias personales nos llevan al desempleo, al divorcio o al maltrato y con ello al callejón sin salida de la sumisión y el aguante.

Dicen los sociólogos que en los últimos años el número de matrimonios contraídos se reduce proporcionalmente a la población, tal vez mejor una vida en común sin contratos y para quien lo acredite alguna que otra subvención. También apuntan que los divorcios no disminuyen, sin embargo aumenta el número de parejas separadas o divorciadas que comparten techo porque no se pueden permitir dos viviendas, lo que será muy parecido a vivir en un infierno.

El retroceso en la igualdad es patente, ni los partidos que enarbolaban la bandera feminista y de la igualdad respetan ya sus propias normas sobre las tan discutidas cuotas mientras las mujeres socialistas callan y otorgan. En nuestro país concretamente la Derecha nos está dando lecciones, dos presidentas regionales, dos portavoces de nivel y no quiero meterme a contar diputadas nacionales y provinciales, alcaldesas, etc. por no salir trasquilada.

Dice el refrán del tahúr que si se juegan mal las cartas lo que se gana en un año puede perderse en un día. Es lo que nos está pasando a grandes zancadas. En los trabajos los hombres comienzan a invadir determinados empleos remunerados que antes nos dejaban para nosotras como a seres inferiores. En otras circunstancias se daría otra lectura y tendríamos que contárselo con positividad. Ahora estamos en una jungla de supervivencia, los codazos y pisotones son para los más expertos, si bajamos la guardia nos costará mucho tiempo y esfuerzo retornar al nivel perdido. «Periódico CARRIÓN, 1 de julio de 2011»

Nuestra propia estética

“Lo que más nos importa, salud y autoestima”

Son muchas las ocasiones en que el entendimiento entre los sexos es distante debido al diametral punto de vista y la falta de conocimiento del funcionamiento mental y hormonal de la otra parte. Basaré mi reflexión relatando a mi manera los resultados de un experimento que se puso en práctica con alumnos de un programa de retoque fotográfico, según nos cuenta Luz, a la sazón “profe” de Photoshop,

A tal fin se les entregó en pantalla la foto de una joven mujer ataviada de un escaso bikini sobre fondo playero para que manipulando las herramientas del programa le hicieran las transformaciones que consideraran al gusto.

Los aprendices varones aumentaron el volumen de los senos y el tamaño de las caderas, en algunos casos hasta dimensiones en que la modelo quedó convertida en lo más parecido a la atávica imagen de la paleolítica Venus de Wilendorf, mientras que las alumnas mujeres adelgazaron a la pobre chica en su cintura y en sus muslos hasta dejarla como anoréxica irredenta.

Años ha, ya en las clases de Arte, nosotras nos fijábamos, como modelo, las venus griegas de Milo y de Plaxiteles, de cánones perfectos, cintura, caderas y senos  proporcionados, mientras que a nuestros compañeros les causaba sensación la visión de las mollares, exuberantes y rebosantes, gordas de verdad, Venus de Rubens y Tiziano.

Queda clara la falta de confluencia de los sexos en cuanto a estética se refiere. Ellos nos prefieren rellenitas y sobradas y nosotras nos gustamos esqueléticas. Pero ¿Hasta qué punto somos libres y decidimos lo que queremos, o somos influenciables por una estética comercial que nos incita al consumo? Recordemos que el inconmensurable mercado de la moda que mueve miles de millones de euros y dólares al año oscila al ritmo del consumo de moda por la población femenina. La esclavitud en las marcas, los modelos, los colores, los conjuntos, el dispendio exacerbado, es lo que buscan los imperios de la moda. Otra de tantas modalidades de sometimiento a cánones de conducta, que además nos rasca el bolsillo y de rebote mantiene una red de subempleos y mano de obra barata en lugares donde para las mujeres el tipo flaco proviene de la necesidad.

Pero en cuanto al gusto estético hay otra cara no menos importante a tener en cuenta y es la del peligro derivado de la obsesión por la delgadez que puede llegar a atentar contra la propia salud. Un autocastigo que nos infringimos al esclavizarnos en el menú privándonos del merecido placer de comer, equilibradamente, lo que nos gusta. Y sin embargo esa dedicación constante para que los trajes nos caigan como un guante puede llevarnos a otro más grave riesgo, que el fracaso nos afecte en la autoestima, y su pérdida es el verdadero y gran problema de toda mujer. Mirarnos a solas en el espejo y vernos guapas, saludables, inteligentes, atractivas e imbatibles, debe ser nuestra primera consigna de cada mañana antes de salir de casa, y ello implica tanto el atuendo exterior como el cultivado intelecto. Porque cómo nos veamos, nos verán y tratarán. «Periódico CARRIÓN, 2ª quincena abril 2011»