Un día para las mujeres-Madres

 Pachamama“Hasta el momento, a todos sin excepción nos alumbró una madre engendrada por un padre. Nadie queda excluido»

            El festejo a  la Madre no es un invento de los comerciantes ni tampoco de las religiones, aunque ambos se lo apropien por intereses diversos. La adoración por las madres como creadoras de vida se encuentra ya en las venus del paleolítico y siguientes culturas,  mujeres-madres, la madre naturaleza, la Pachamama, etc. La maternidad es en sí misma el enigma más estudiado por la ciencia y más utilizado con intereses aviesos, es desde siempre la cara y la cruz de las mujeres, la realización más absoluta y el punto más débil. La decisión más difícil.

            Los hombres/ufanos-dioses nos admiran/envidian-odian por esa capacidad de traer al mundo nuevos seres humanos, de mantener la especie. Ellos saben que en un gallinero con un gallo es suficiente. De ahí el interminable y tedioso debate que pretende con leyes divinas y humanas interceptar nuestra libertad de elegir entre ser o no ser madres. Y es que esa capacidad, reproductiva y la de proporcionarles gozo, ubicada en los sotanillos que tenemos entre las piernas puede que sea el objeto de mayor debate de la Historia, desde la barra del bar hasta el laboratorio científico pasando por estrategias políticas, militares, demográficas y étnicas.

            Lo más curioso es que a la palabra Madre, siempre va unida otra, Paz. En 1978, la ONU proclamaba el 8 de marzo como Día por los Derechos de la Mujer y de la Paz internacional. Hombre-Guerra, Mujer-Paz, son los dos términos antagónicos en los que se mueve el género humano. En esta tensión la protección y cuidado de la prole es la encomienda común, a partes iguales en responsabilidad.

            Hasta el momento, a todos sin excepción, nos alumbró una madre  engendrada por un padre. Nadie queda excluido, en esto somos todos absolutamente iguales, aunque provengamos de una inseminación artificial, de una probeta, o seamos adoptados, o vivamos en familias monoparentales, o nos críen parejas de homosexuales, es ineludible que para nacer nos tuvo que parir nuestra madre con el germen de nuestro padre, estén donde estén, sean quienes sean. El nacimiento y la muerte son las dos verdades absolutas que nos igualan, y mientras no nos hagan de plástico, así será. Hoy te toca a ti, Mamá, mi gratitud es inconmensurable. 

«Diario Palentino, 4 de mayo de 2014»

 

Vuelta a la MADRE

Cuando no tenemos palabras, siempre se nos escapa ¡Ay Madre!

            En los tiempos que vivimos el mundo de los afectos está en desuso, hemos pecado gravemente al considerar el bienestar solo en su aspecto material, hemos confundido la calidad de vida con tener más cosas, caprichos o recursos. Cambiamos el gozo de disfrutar con los hijos, los abuelos, los amigos y la familia por trabajar más duro y más tiempo en la ansiedad de poder cambiar de coche, de móvil o de casa para igualarnos a otros simples.

            El romanticismo está en desuso, la palabra Amor resulta cursi. Todo lo relacionado con el sexo prevalece, como consumo, como éxito, con artificios que sustituyen a las habilidades, a la entrega, al mismo sexo. Está en cartelera la cocina elaborada, de “diseño” dicen, con mucha palabrería y poco alimento, snob y a precios astronómicos, además lo llaman “arte”, y sin embargo esos artistas/restauradores (¿de qué?) no saben servir una simples lentejas caseras con sabor de hogar.

            Nuestro contacto con la Naturaleza, con la Pachamama de la que formamos parte tiene que ser ahora a través de unos palos de golf, de una bicicleta superligera de aleación titanio última generación y un vistoso disfraz, también último modelo de la pasarela pijo-deportiva, por poner un ejemplo más.

            Con el mismo materialista recorrido hemos subordinado a la Madre, nuestra madre, la biológica que nos parió o la que ha nos querido, criado, aconsejado y dirigido en nuestro primeros y después tumultuosos adolescentes años. La que vela nuestras enfermedades o recaídas sentimentales, nuestros contratiempos laborales o familiares.

            Nuestra madre, el seno acogedor, el consejo desinteresado, el sacrificio nunca suficientemente reconocido, el refugio ante los temores, el abrazo protector, sin condiciones, sin plazo ni término. Porque cuando no sabemos qué decir, o no tenemos palabras, o nos sorprendemos, o nos quejamos o simplemente hablamos a solas con nuestros pensamientos, la expresión que se nos escapa es siempre, ¡Ay Madre!

                  Quiero reivindicar el retorno sin pudor a los mundos del sentimiento que hemos congelado, en volver a humanizarnos y a soñar en el calor del hogar que solo una Madre sabe dar. Comer un platito de lentejas caseras en amor y compañía de mi mamá y su sabiduría es el mejor regalo y la mayor satisfacción en este día.

                 Gracias por seguir ahí ¡Y que me dures muchos años más!

Diario Palentino 06/05/2012