En vez de hablar de lo importante…


“Los intolerantes quieren seguir esclavizándonos con sus historietas”

    Evol-AROPE-España-2004-a-2014 “Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?” (Mt 2, 1-12). En la única fuente bíblica reconocida por el dogma católico no dice que eran reyes, ni tres, ni su raza, ni sus nombres, ni sus edades centenarias, ni tampoco que fueran vírgenes hasta la muerte, con esa manía tan eclesial de someter a rigor la entrepierna ajena. Simplemente “unos magos” de profesión, que han sido interpretados, a lo largo de los siglos, como sabios, científicos, doctores, astrónomos, videntes, adivinos, filósofos de los números o nigromantes. El resto de la leyenda lo componen añadidos incorporados para mayor ornamento fantasioso. El mismo Monseñor Juan Antonio Martínez Camino, nada sospechoso de querer cargarse las doctrinas eclesiásticas, explica que «los Magos son de Oriente, pero en esa inquietud por buscar a Dios están representados los hombres buscadores de Dios de todos los lugares y de todos los tiempos».

     A los sectores más retro de la derecha española les ha molestado mucho que la, respetada y respetable, Alcaldesa de Madrid, Dña. Manuela Carmen, haya aceptado vestir a los presuntos reyes de lo que propiamente se supone que eran, magos sin más, sin la parafernalia de los barrocos disfraces persas del año de la castaña. Y es que, los conservadores no están dispuestos a renunciar a sus rancios memes de manipulación de las mentes infantiles, como tampoco lo están los comerciantes a hacer sustanciosa caja con el sumo consumo desatado como un torbellino cada fin de año, si bien a éstos preocupa menos por causa de quien las familias funden los ahorros, sean Reyes, Papá Noel o Santa Claus.

     Dña. Manuela ha representado bien que lo importante no es impresionar a los niños, católicos, con un lujoso boato a cargo del dinero común. Habría que intentar cargarse tanto ritual religioso y devolver al pueblo lo que era del pueblo antes de que la Iglesia Católica tomara y reconvirtiera, en su propio beneficio, las celebraciones populares que tenían un sentido y significado que unían en vez de dividir. El solsticio de invierno, la fiesta de la primavera, la fiesta de la cosecha, los saturnales, etc., cuando los grupos humanos agradecían a la madre tierra los dones que recibían, sin intermediarios diezmeros comiendo a la mesa.

«Diario Palentino, 10/01/2016»