Qué pasa con la mente humana

         Entre finales del siglo XX y comienzos del actual se han conseguido los mayores descubrimientos científicos sobre el funcionamiento del cerebro: estructuras neuronales desconocidas, localización del lenguaje, capacidad de regeneración antes negada, como los avances en el conocimiento de enfermedades mentales y degenerativas; léase cáncer o alzhéimer, entre otras. Y , ya de paso, la aplicación de todo esto a la robótica, se supone que para mejorar la vida sobre la tierra. Hemos conseguido fabricar robot dotados de tacto o capaces de dar respuestas inteligentes a problemas complejos. Sin embargo, la mente humana, la natural, la de nacimiento parece dislocada. El mundo se está poblando de dirigentes que hacen cosas propias de especímenes trastornados. Lo peor es que los elegimos en las urnas y luego nos vamos haciendo a sus locuras, esas que ocupan grandes titulares de prensa. Nos alarmamos, pero enseguida olvidamos que un loco caprichoso lanzó un pepino y desató otra guerra en un territorio incendiado por la ira y la destrucción tras décadas de sufrimiento. Si vamos a matarlos con drones, vendrán y nos pondrán bombas en torres o en trenes, ya lo han dicho. En las antípodas, arde un continente entero, miles de millones de hectáreas, de animales, nubes de gases intoxicantes que se esparcen por la atmósfera que respiramos. Lo curioso es que esos mismos gobernantes que dejan quemar o esquilmar su naturaleza insisten en seguir defendiendo el carbón, o las talas salvajes de sus propias selvas, y van a sufrir en sus pulmones, en sus familias, en su economía, los efectos de tanto desmán incongruente. Trump, Bolsonaro, Morrison… no hay otro planeta para exiliarse. «Los hombres no son prisioneros del destino, sino de su propia mente» Franklin D. Roosevelt.

Diario Palentino, 12 de enero de 2020.