Buenas intenciones

Alegato enunciado por José Luís Martín Ramos. Catedrático de Historia de la UAB y Director Científico del Máster en Liderazgo para la Gestión Política, que imparte la Escuela de Formación Jaime Vera.

 

El liderazgo y la gestión de nuestro sistema democrático tienen que regirse por la ética y la moral, por la legalidad vigente, por el buen criterio, por la eficacia y por el conocimiento de la realidad, y la máxima sintonía con la sociedad.

Necesitamos responsables políticos cultos, capaces de captar las necesidades de las personas, de comprender la ciudadanía, de diseñar programas políticos realistas y que se anticipen al futuro, de saber comunicar,administrar sensatamente y de conseguir desarrollo sostenible y justicia social.

Capaces también de explicar de forma eficaz las ideas y los proyectos, y de aportar las soluciones necesarias para cada situación.

Spanish Revolution ¿Y después qué?

“Tanto silencio, tanta pasividad tenía que saltar por algún lado”

Como si Stéphane Hessel nos hubiera dado la clave para descubrir dentro de cada uno de nosotros lo que de verdad sentíamos y queríamos. Apareció de pronto esta especie de anciano Sócrates haciendo renacer la verdad de nuestro interior. ¡Indignaos! dijo en concluyente imperativo y nos explicó los motivos que todos sabíamos pero no éramos capaces de sumar en un solo término contenedor.

Casi al pie de la letra corrió por la red como agua de manantial que busca su cauce, la consigna de protesta pacífica del 15-M. El descontento con el funcionamiento al que ha llegado nuestro actual régimen democrático no ha surgido de una propaganda dirigida, ni tampoco de ningún manipulador oculto que mueva los hilos como interesa hacer creer a algunos para desviar la atención del verdadero problema, sino del puro sentir del pueblo, mujeres y hombres al unísono reclamando que se hagan realidad la promesas con olor a rancio que largan los políticos sin tan siquiera sonrojarse.

Dada la diversidad de edades y condición de los concentrados que abarca todos los campos sociales, y con independencia de que cada cual acuda movido por su “rabia” particular, se intuye un sincretismo subyacente, un descontento generalizado que olvidando reivindicaciones particulares ha intuido, como todo grupo humano sabe intuir, que la unión de intereses es lo único que puede conseguir los objetivos que interesa a la grey.

Decíamos y escuchábamos que la juventud actual (llamada, no sé por qué razón “Generación perdida”) estaba adormecida, que los ciudadanos de cualquier edad también dormitábamos cual ancianos desencantados en confortable sillón haciendo zapping entre series y deportes. Pero tanto silencio, tanto consenso, tanta pasividad tenía que saltar por algún lado, había que hacerlo saber a quienes dirigen el cotarro y a quienes pretenden dirigirlo.

-¿De qué os quejáis?- dicen algunos endurecidos conservadores redomados, -¡Ya quisieran los pueblos árabes nuestra democracia!- insisten. Visto así y si nos remontamos a los tiempos cavernícolas donde el poder provenía de alguna divinidad o se resolvía a base de hachazos, tienen razón, pero la conciencia ha de avanzar en igualdad social, racial y de género al ritmo del saber y de la ciencia, eso es civilización.

Los ciudadanos, estamos demostrando con un civismo y una concienzuda voluntad que no creemos lo que nos cuentan, que la foto del menú que nos muestran en la carta no tiene nada que ver con el plato que después nos ponen en la mesa y estas son lentejas…, que en puridad no elegimos a nuestros representantes y por eso padecemos esta profunda crisis de liderazgo. A quienes nos dirigen los elige el dinero de los financieros y la corrupción interna de las formaciones políticas. El día después cada partido convierte sus resultados en virtud y echa la culpa al maestro armero de las pérdidas. Pero… ¿Cómo interpretará la historia la ejemplar y silenciosa movilización ciudadana que se ha convertido ya en movimiento internacional?