Los jueces y las violadas

    Ayer Google dedicó su doodle a Charles Michèle de l’Epée, clérigo y pedagogo francés que introdujo en las escuelas públicas un sistema de signos para niños sordos. Hoy, dos siglos después, las mujeres necesitamos un benefactor de la humanidad que invente un método para enseñar a los hombres a respetar a las mujeres y a los niños en su condición de seres humanos, sean o no sus esposas, sean o no sus hijos. Lo que hace un padre a la madre de sus hijos se lo hace a éstos también. Y así va girando la rueda de la violencia y la indignidad. Con lo que vemos de pequeños se nos abren dos caminos, o la imitación, porque así era mi padre yo maltrato, o al contrario, porque maltrataba mi padre yo me dejo maltratar. Recibimos todo, lo bueno y lo malo de nuestros ancestros. Por eso están importante procurar un medio familiar, escolar y social armonioso, donde las discusiones se diriman sin voces, sin insultos, sin desvalorizaciones, sin indignidad, donde las diferencias se puedan razonar con amor, con el ánimo de comprender y ponerse en el lugar del otro, donde cada miembro desahogue sus tensiones y ansiedades de forma inteligente, no cargando de malas experiencias el álbum de la familia que heredarán también los venideros. La violencia, sea física, verbal o psicológica deja huellas en el alma y en el cuerpo, son cicatrices que nos merman la ilusión y nos hacen desconfiar. Algunos machunos arguyen que nuestro feminismo lastra las relaciones, justo los que lo dicen deben mirarse al espejo. Entre ellos, los autores de esas últimas sentencias que empoderan a los que nos llegan casi a estrangular, nos violan por el ano o en grupo, y dicen que si solo lloramos o decimos no, no es suficiente, tenemos que defendernos con violencia. Podemos imaginar que habrán vivido o estarán viviendo esos jueces en sus vidas.

Diario Palentino, 25 de noviembre de 2018

 

Caza a Garzón

La verdad tiene doble filo, hiere al que desenmascara pero a la larga también al que la descubre.

Parece que el Juez Garzón está resultando demasiado terco en el ejercicio de su función de velar por la justicia, y cada día son más los que se sienten molestos con tanto vigor.

En esos casos la conspiración suele comenzar por los propios colegas que tienen que ver cada día como un hiperactivo les enmienda la plana y les deja el cartel por los suelos. ¡Así no hay quién descolle! (piensan para sí). El desprestigio y mancillamiento del buen nombre es el camino más corto, pues ya lo dice el refrán: difama que algo queda.

A ellos se van uniendo, por unas u otras razones, diversos tiradores de piedras pero lo mas fastidioso para todos es que frente a cada ataque el Superjuez no se arredra sino que se retroalimenta y se lo toma como un reto  encontrando el camino jurídico de defensa, porque sabe derecho y lo demuestra. Mas les valía a sus colegas dedicarse a sus funciones y dejar de perder de tiempo metiéndose con un compañero valioso, que hay mucha limpieza que hacer en otras partes y no nos salen precisamente baratos.

A raíz de esta reflexión encuentro el blog de Antonio Orejudo, columnista de Público, que bajo el título «El Derecho es una ciencia exacta» termina diciendo:

«Robles, Varela… ¿son estos los jueces para la democracia? Pues casi preferiría unos jueces para la dictadura. Por lo menos, sabes a qué atenerte. En este trágico sainete de Garzón, los únicos que no engañan a nadie son los de Falange.»

Caza a Garzón

La verdad tiene doble filo, hiere al que desenmascara pero a la larga también al que la descubre.

Parece que el Juez Garzón está resultando demasiado terco en el ejercicio de su función de velar por la justicia, y cada día son más los que se sienten molestos con tanto vigor.

En esos casos la conspiración suele comenzar por los propios colegas que tienen que ver cada día como un hiperactivo les enmienda la plana y les deja el cartel por los suelos. ¡Así no hay quién descolle! (piensan para sí). El desprestigio y mancillamiento del buen nombre es el camino más corto, pues ya lo dice el refrán: difama que algo queda.

A ellos se van uniendo, por unas u otras razones, diversos tiradores de piedras pero lo mas fastidioso para todos es que frente a cada ataque el Superjuez no se arredra sino que se retroalimenta y se lo toma como un reto  encontrando el camino jurídico de defensa, porque sabe derecho y lo demuestra. Mas les valía a sus colegas dedicarse a sus funciones y dejar de perder de tiempo metiéndose con un compañero valioso, que hay mucha limpieza que hacer en otras partes y no nos salen precisamente baratos.

A raíz de esta reflexión encuentro el blog de Antonio Orejudo, columnista de Público, que bajo el título «El Derecho es una ciencia exacta» termina diciendo:

«Robles, Varela… ¿son estos los jueces para la democracia? Pues casi preferiría unos jueces para la dictadura. Por lo menos, sabes a qué atenerte. En este trágico sainete de Garzón, los únicos que no engañan a nadie son los de Falange.»