“La invasión de refugiados es alarmante, pero ningún notable lo predijo”
Somos la barbarie de guante blanco. Buen tono, buenas caras y caros trajes; cumbres y encuentros diplomáticos para llegar a acuerdos sobre temas candentes de interés internacional; páginas y titulares con altos dignatarios sobrios y sotorientes que se dan las manos y posan para la foto. Esa foto que intentará anunciar logros que nunca llegarán. La prensa difundirá los comunicados bien elaborados para que no haya margen de interpretación. Todo está en orden; si no hay acuerdo lo habrá. Los líderes nunca fracasan.
Pero la prensa libre es imparable y dónde hay algo que decir acaba saliendo a la luz. Más quisieran los encumbrados notables de la Unión Europea que se fundieran las cámaras, que se quemase todo el papel, que se pulverizaran las redes, que nos quedáramos esperando al vocero ambulante, al juglar que nos cantara sus gestas sin sus estrepitosos descalabros. Va a ser que no. Muy a su pesar, seguiremos viendo con horror las columnas de familias que, con lo puesto y sus niños en brazos, esperan siete días a que parta el tren de la libertad que los gentiles europeos dejamos bloqueado. Sin descanso, con hambre y sed, se ponen en camino para recorrer doscientos kilómetros por el arcén de la magnífica autovía que enlaza Budapest con Viena y poder seguir hasta el destino final, Alemania.
Poco le ha importado a Frau Merkel, a Míster Cameron o Monsieur Hollande que los subsaharianos llegaran en oleadas masivas a las fronteras españolas, o los líbios medio ahogados a la hospitalaria Lampedusa, o sirios y afganos a compartir la pobreza con los griegos. Poco importa a los EEUU que el fruto de sus acciones despiadadas en Asia y África repercuta tan dramáticamente en el Mediterráneo; más bien justificaría acciones contra Rusia, otra vez temible por su unión político-económica con China e India.
Ahora se ponen las pilas, cuando llegan las riadas a Alemania desde el Sur, a Francia por el Este y a Gran Bretaña por el túnel, cuando son el destino anhelado. Ahora se lamentan de las desgracias humanas provocadas entre todos, de los niños muertos. Ahora. Vendimos armas a los rebeldes para librarles de sus dictadores…, para enseñarles democracia. “Paren la guerra, queremos quedarnos en nuestras casas”, pide un niño que no entiende esta locura adulta.
Un nuevo orden mundial se está gestando y no hay parto sin dolor, ojalá no nazca solo un ratón. «Diario «Palentino, 06/09/2015»