La Casa Real se burla de las leyes, de los jueces y de «sus súbditos» (nosotros)
Es frecuente que ante la Justicia llegue una mujer iletrada burocrática, llorosa y arruinada material y psicológicamente porque su compañero, marido o pareja creó una S.L. en la que él se adjudicaba el 10% de las participaciones y a ella, como regalo de amor, colocó el 90% restante, dejándola elegir el nombre de la nueva criatura mercantil e incluso designándola administradora única bajo la envenenada promesa de que, ella, la amada, solamente tendría que firmar “papeles”, porque de las tareas difíciles ya se encargaba él. Qué bonito proyectito en común, qué tierna escena, la reina de la casa y su bolígrafo firmador esperando a su héroe que vuelve cansado de la ardua tarea de hacer producir esa empresa y cargado de papeles para que firme su reina. ¡Conmovedor!
¡Pues no! Puede que el juez se conmueva en el fondo de su corazón, pero su función es hacer que las leyes se cumplan, y si la reina administradora firmante de documentos que no entiende es considerada capaz de regir su vida y sus destinos igualmente es responsable de haberse dejado engañar por su galán, ese que distraía para sí las ganancias y amontonaba las deudas societarias que ella, fiel y confiada esposa, compañera, partícipe y legalmente administradora, firmaba sin leer.
Ese tipo de mujeres «engañadas» que pierden su casa, su bienestar y son afrentadas por actos de sus compañeros de viaje, bien sea en régimen de gananciales u otras formas de copropiedad, abundan en los tribunales. Pero nadie, salvo el vecindario trijonero, habla de ellas, nadie se lamenta ni las salva de la impiedad. No originan tertulias ni reflexiones. Son anónimas víctimas de su confiada ignorancia. Solo una completa formación, que ahora también nos arrancan, es el instrumento para que las mujeres seamos capaces de librarnos de la posible manipulación abusiva a que nos expone el enamoramiento incondicional.
La infanta Cristina, con su acervo cultural, su posición y buen sueldo, su privilegiada situación de conocimiento y constante asesoramiento especializado, no puede estar durante tres horas respondiendo al Juez: “No sé, no me consta”. Es una burla de la Justicia, las leyes y los españoles
«Diario Palentino, domingo, 9 de febrero de 2014»