No venía yo hoy a hablar de este tema, pero la actualidad me arrastra. Los grupos radicales han tomado las riendas de una movilización que no puede terminar en nada bueno. Juegan con la violencia y el chantaje, quieren desestabilizar la convivencia ciudadana para arrimar el ascua a su sardina y provocar que alguien cometa un error para conseguir un mártir o dos y que su mentira de paso al victimismo y justifique su fanatismo. A Barcelona están llegando cientos de anarquistas europeos y grupos experimentados en agitación callejera de cara a la movilización auspiciada por la CUP frente al 1 de octubre. Pero antes está la Diada, mañana 11 de septiembre, una fiesta de todos los catalanes que, como ocurrió con la manifestación antiterrorista, será politizada a gusto de unos pocos irrespetuosos con sus conciudadanos. Los escritos de consignas emitidos por Terra LLiure y Endavan, núcleo duro de los “cuperos”, se afianzan en que “sin desobediencia no hay independencia”.
Se dice que el Govern está secuestrado por estos extremistas, lo que lleva a Puigdemont a ser el primero en complicar la Diada con arengas como «La respuesta a las amenazas debe ser una asistencia masiva a la Diada». Los cuerpos de seguridad, Mossos, Policía Nacional, Guardia Civil y Guardia Urbana están ya preparados para lo que pueda suceder mañana. Imprevisible. La tensión está en su punto álgido justo en el momento de la mayor concentración catalanista del año. De momento han conseguido dos logros indeseables para ellos mismos: unir contra la causa a los grandes partidos de ámbito nacional y dividir, aún más, si cabe, a la sociedad catalana que ve amenazados sus ingresos procedentes de la industria, el comercio y el turismo. De momento los ayuntamientos de Barcelona, L’Hospitalet, Terrassa, Lleida, Tarragona, Mataró y Santa Coloma, que suman 2,5 millones de habitantes de los 7,5 millones de catalanes, no facilitarán el referéndum.
«Diario Palentino, 10/09/2017»