El honor en la bandera

      Un anónimo ocurrente ha dicho que si a algunos les quitan las banderas se quedan en pelotas, lo ha clavado. No sé si seré poco patriota o no lo he entendido bien, pero la verdad es que las banderas no suponen para mí mayor quebradero de cabeza. Creo que las películas de conquistadores han exacerbado su valor. Bien parece que en el ejército se la honre como signo distintivo del país que se ha de defender en el campo de batalla, pero de ahí a convertir en histeria el abanderamiento de la sociedad civil va un paso largo, sobre todo cuando no hay ninguna necesidad de hacer valer lo que se tiene claro. Los indepes catalanes exhiben su estelada para que se los vea e identifique porque si no nadie sabría que existen ni lo que quieren, pero mandar mostrar banderas nacionales en todas las fachadas del resto de España suena a provocación más que a afianzamiento, por otra parte innecesario, el grande que lo tiene claro no precisa hacer demostraciones sobrantes. Y, supongo que fuera de Cataluña no debemos tener miedo a que los catalanes nos invadan, al menos de momento. Comprendo que los militares por razón de su trabajo y otras personas que no me atrevo a decir por qué ponen en la bandera el centro de su honor y su virtud, que la enarbolan con ahínco y la cantan canciones con pasión, se escandalicen con mi humilde opinión sobre este símbolo que tiene su funcionalidad en los edificios e instalaciones oficiales y nos identifica en la presencia internacional. Cada cosa en su sitio y las banderas también. No necesitamos decir a dos y pico millones de catalanes díscolos que los cuarenta y cuatro millones restantes somos españoles y vamos a seguir siéndolo al igual que ellos que no han dejado de serlo, con todos mis respetos hacia su eterno sueño.

«Diario Palentino, 29/10/2017»