A por los ciudadanos

“Las autoridades nos convierten en el enemigo público a batir”

            Aunque ya pCaracoles en salsaasó este año la época de caracoles, podemos hacer un símil de paisanos a paisanos. Paseábamos gozosamente por nuestro pequeño paraíso del cuasi bienestar entre el verdor primaveral, la lluvia y los largos atardeceres, hasta que de pronto…, apareció en el horizonte un ejército de hombres vestidos de negro augurando todo tipo de males venideros. Tan asustados estábamos que nos dejamos coger y meter en el saco de aquellos sicarios enviados por especuladores, financieros y piratas versión siglo XXI. ¡Adiós paraíso!

            De pronto nos echaron un jarro de agua fría con sal que nos revolvió hasta las entrañas. Un baño bien vigilado, otro y otro hasta vaciar nuestra casita del confortable jugo envolvente y dejarnos con aquél sazonado reseco, flacos y confusos, sin comprender nuestro fallo. Pero el proceso continuó. En un puchero nos sumergieron en agua fría que fueron calentando lentamente, es como dicen que hay que cocer los caracoles para que se queden con el cuerpo fuera del cascarón y sea más fácil extraerlos al consumirlos.

        Ahora, ya bien limpitos de ahorros en preferentes, pensiones, ayudas a la dependencia, medicamentos, becas, salarios, etc., y bien estrujados a base de desmesurados impuestos en todo lo que nos rodea, de hacernos pagar, y mucho, por circular en autopistas, por casarnos, por morirnos, por entrar en las iglesias, por los medicamentos, por los libros de texto, por los comedores escolares, por las residencias de mayores, por vivir simplemente, ya nos están guisando para que unos pocos se den el festín a base de generoso menú cocinado con las viandas logradas en tantos años de duro trabajo durante muchas generaciones.

         Nada es por casualidad. Piden cárcel para la pianista que de niña practicaba su lección, para profesores que pacíficamente protestaron en un pregón de fiestas, multan con 100 € a un ciclista por comerse un croissant y no puede recurrir al Contencioso porque le cuesta 150€ la tasa, los sindicatos policiales denuncian que se les obliga a multar, las ciudades se llenan de trampas, la voracidad de las administraciones es insultante, los obispos quieren esclavizar a las mujeres, los grandes delincuentes son ensalzados y en el desastre del Prestige no hay autoridades responsables, ni en el de Santiago. Lo dicho, con la lengua fuera, el ojo al bies y bien guisados.

» Diario Palentino, 17/11/2013″

Más impuestos a cambio de nada


La perversión del sistema: pagamos más y recibimos menos.

           Nunca nos satisfizo pagar impuestos, pero eso no es una novedad. En la leyenda evangélica San Mateo era malquerido por los ciudadanos a los que cobraba los impuestos que recaudaba para el cesar.

                La lógica de la cuestión reside en que pagar impuestos porque se tienen o heredan bienes o se obtienen buenos ingresos responde a un privilegio que cuántos quisieran.

              La pregunta es ¿para que pagamos impuestos? Todos conocemos la respuesta, a cambio de recibir de la sociedad representada por el Estado los servicios públicos que no podríamos obtener privadamente y cada uno con el dinero que aportamos. Yo con mis impuestos no me puedo pagar una sanidad ni una educación de calidad, ni carreteras, ni comunicaciones, etc., pero si lo junto en el montón de mis conciudadanos y tenemos unos buenos gestores, todos salimos ganado. Ese es el fin y el fundamento de pagar impuestos.

                  El problema es que hoy ya nada de esto es así. Cada día nos vemos obligados a pagar más por menos. Pagamos excesivos impuestos en el pan que comemos, en la ropa que vestimos, en los libros de los niños y en las medicinas que necesitamos.

           ¿Qué pasa entonces?, que este sistema con el que estábamos generalmente de acuerdo se ha degradado hasta darse la vuelta. Ahora nos quitan más de nuestros exiguos ingresos para pagar deudas acumuladas por  malversadores, derrochadores, pródigos y pésimos gestores cohabitantes de esa extraña comparsa formada por advenedizos empresarios insaciables, cajas de ahorro regentadas por los mismos, premiados con  suculentos sueldos y bajo la mirada para otro lado de la clase política o incluso inserta en el fraudulento “negocio”.

            Lo peor de todo es que nuestro Estado, al que tenemos encomendado el bienestar general, asume los desmanes privados, empresariales y financieros, y nos endeuda a todos, mientras los responsables tienen sus beneficios a buen recaudo en paraísos fiscales o debajo de la baldosa de los testaferros. Es la perversión de un sistema que ha funcionado razonablemente bien a partir de la II Guerra Mundial y que irremediablemente nos lleva a un abismo desconocido.

                 Digamos que el efecto Robín Hood se ha invertido, ahora se roba a los que menos tienen para que los ricos acumulen más. Y aún falta mucho tiempo para poder cantar con el poeta maldito que era Gabriel Celaya, “estamos tocando el fondo…”. «Diario Palentino, 23 de septiembre de 2012»