Familia y amigos

            Es lo que toca en estas fechas, ilusiones, quejidos, consumo y paciencia, un poco de cada. Hacemos unas cosas con gusto y otras a regañadientes. Algunas familias respetan la tradición aunque les cueste la salud, es más cómodo que rebelarse y dar explicaciones. Vamos a jugar a que todos nos llevamos bien, los cotilleos en la cocina, por favor, contención en la bebida que luego pasa lo que pasa, prohibidas las alusiones molestas, a los abuelos que no les falte de nada. Al pie del árbol regalos, muchos regalos, a lo loco, y cuanto más caros menos amor, hay que camuflarse. Decorar la casa, poner las luces, qué bonito, entrañable, unos villancicos de fondo, algunos momentos perfectos, suspiros. Entre col y col, lechuga.

            También tiempo de encontrarse con los amigos en la diáspora, unas horas para compartir, comiendo, por supuesto. Los amigos se eligen, la familia no, pero, aún así no siempre se acierta. Últimamente los psicólogos hablan mucho de compañías tóxicas, sean parientes, amigos, vecinos o gente del trabajo y apuntan la necesidad imperiosa de tratarse este veneno para que no acabe reflejándose en el cuerpo con una enfermedad, porque el cuerpo nunca miente, solo que no lo escuchamos a tiempo, hasta que nos grita. Si junto a una persona algo se te revuelve dentro, no sabes que pasa pero te incomoda su presencia, o sus palabras o su sola visión, escucha tu cuerpo y decide, tienes las tres opciones que la naturaleza da a cualquier ser vivo: huida, lucha o aceptación consciente, si es un tigre de bengala lo tienes difícil en cualquier caso. Para los humanos existe otra salida más, contarlo. Cuéntalo, habla de ello, no te lo tragues, no hay antídoto, te lo dice una experta. Felices fiestas.

Navidades y familia

“Sí, pero no, buen rollito, teatrillo y fuera sombras”

            La familia extensa es esa célula de organización social que se caracteriza, principalmente, por la esquizofrenia. Te quiero, sonrisadefeliznavidada veces mucho, a veces poco, o te odio, no te perdono aquél juguete que me rompiste, el libro que no me devolviste o la zancadilla que me echaste, por no acudir a rencores mayores, papá te quería más que a mí, a ese viaje tenía que haber ido yo, o tú has salido mejor parado en el reparto, no se sabe si de caras, de estatura, de cosas materiales o de mimos.        Todo eso, que subyace, en los ámbitos familiares, en todos, y quien diga que no, miente, es espantado del pensamiento con un manotazo, como una mosca molesta, porque en estos días comercialmente tan entrañables hay que representar como nunca el teatro de familia, cada uno en su papel y que nadie se desmarque no sea que al abrir las puertas de las verdades y de los nudos emocionales mal ventilados se nos vaya de la mano el papel tan ensayado durante tantos años de vamos a llevarnos bien.

            Regalitos, sonrisas de oreja a oreja y los consabidos cotilleos previos en las cocinas, esos que suelen versar sobre los pobres cuñados, con su perversa fama de resabidillos, y todo porque representan el último injerto en el ADN familiar que no es más que oxígeno para el asfixiante puzle perfectamente encajado de vamos a disimular. Dulces, dulces y más dulces, porque el azúcar genera bienestar en el organismo, sus efectos son como los del tan moderno descubrimiento del triptófano pero en versión tradicional, eso ayuda, si estás bien no tienes tantas ganar de ajustar cuentas para ponerte mal. Ya lo decía mi abuelita, el organismo es sabio.

            Decoración ambiental para que no falte tema de conversación. ¡Oh, qué bonito te ha quedado!, se agradece, después de todo se pone ilusión, alimento del alma, volvemos a jugar como cuando éramos niños. Cocina esmerada, mantelería de los domingos, la vajilla del ajuar que vegeta casi todo el año a la vista en la vitrina de las joyas familiares, copita de cava para brindar, que majos, que buenos, que felices, nos lo creemos, es estupendo, o puede que en buena parte sea cierto, mucho más veraz sería si fuéramos capaces de analizar nuestro papelón familiar, higienizarlo y cambiar de personaje de vez en cuando. De soslayo recomiendo ver Las Furias, dirigida por el genial dramaturgo Miguel del Arco.

«Diario Palentino, 11/12/2016»