Padres maltratadores

custodia-compartida-impuesta«Cuando un violento es el referente para un menor, la cadena de terrorismo machista no se rompe»

            “Puta”, “zorra”, “inútil”, “hija de puta”…, son los apelativos cariñosos que suelen escuchar, a diario y con voces atronadoras, los hijos e hijas de los maltratadores. Eso, si no se les va la mano a las agresiones físicas. Se dice y repite, hasta una absurda y no practicada saciedad, que las decisiones sobre custodia compartida y régimen de visitas del progenitor se resuelven en beneficio del menor. Curioso parapeto que solo esconde que quienes aprueban las leyes son hombres-macho en defensa de los propios privilegios, y que quienes las aplican también lo son.

             Desde que nacemos comenzamos a aprender todo con los sentidos puestos en lo que nos rodea, asumimos como normal lo que vivimos alrededor, lo que nos trasmiten, con hechos o palabras, quienes se supone que cuidan de nuestra supervivencia y bienestar. Cuando un niño está viendo a su madre recibir palizas, desprecios e insultos, y reaccionar con lágrimas y sufrimiento, entiende que esa es la forma normal de relacionarse con la pareja, aunque no le guste, aunque le cause desasosiego y congoja, y le costará abandonar ese carril en sus reacciones primarias, y acabará insultando y despreciando, incluso, a su propia madre. Cuando una niña ve a su madre consentirse en víctima de insultos, agresiones y menosprecios puede asumir que ella también vivirá así o enfrentarse abiertamente y crear una distancia en su relación con los hombres.

               En cualquier caso, no se entiende como después de tanta excelencia en estudios psicológicos y sociológicos que demuestran que la imitación ambiental de lo visto y vivido en la infancia tiende a reproducirse en la edad adulta, pueden seguir vigentes leyes que ponen en manos de  maltratadores y violentos la convivencia con menores. Sometido a la obligación periódica de verse y compartir con un padre que le inspira desasosiego, sino miedo, con un padre que no es protector sino destructor de su tranquilidad y de su confianza, con un padre que le habla mal de su madre, le crea zozobra y destruye su paz infantil, el menor no es un bien protegido, sino un instrumento más que facilita las ardides del machismo dominante.

             Incontables madres queman su juventud soportando lo indecible hasta la mayoría de edad de sus hijos para no tener que pasar, y hacerles pasar, este trance, porque con un violento no es posible el diálogo ni el acuerdo.

«Diario Palentino, 07/01/2016»