Esperando a Rajoy

 godot_011_g «¡Nada ocurre, nadie viene, nadie va, es terrible!»

              Quiénes afortunadamente hoy caminamos por la cincuentena, no olvidamos aquellos dos autores que estudiábamos en bachiller y que con sus guiones de teatro dramático de tono burlesco, llamado de lo absurdo, nos hicieron pensar en que tal vez el mundo humano que pintaban es más real del que a simple vista nos perece.

            El irlandés Samuel Beckett, en Esperando a Godot, nos dibuja con cinco personajes lo que la sociedad humana somos en resumen; dos vagabundos andrajosos que esperan a Godot, no se sabe ni para qué ni para cuándo, después un amo llevando a un esclavo atado con una cuerda, y un niño mensajero que no recuerda quien es. El rumano, Eugène Ionesco, en El rinoceronte, describe cómo todo un pueblo va decidiendo convertirse en rinoceronte para no ser diferente de los demás, salvo el despreciado beodo e iluso del pueblo que decide no asumir la metamorfosis..

             Debiéramos releer estos textos para vernos retratados en monigotes de esperanzas vanas puestas en líderes vacuos que ni están ni se les espera, al igual que Godot, y sin apenas rechistar asumimos lo que nos proponen, convertirnos en pacientes sufridores formateados en rinocerontes.

             Los “presuntos” pelotazos, contubernios, prevaricaciones, malversaciones y otras tan diversas formas de atraco a nuestros bolsillos, a nuestra fe en la humanidad y a nuestra democracia, perpetrados por malhechores que a los tres días de llenar titulares de prensa pasean ufanos y desafiantes por las calles más concurridas, nos indignan tantísimo que acabamos por “pasar” para no morir de rabia como los pardales atados por una pata.

 Cientos de políticos imputados atascan nuestros juzgados llenando miles de folios, miles de horas de trabajo de funcionarios afectos a una administración de Justicia presionada y coaccionada cuándo no es posible ser “designada” entre afiliados. Sobre el tema “Bárcenas” nos duele el alma.

          Rajoy, nuestro Presidente, decide pillarnos en el camino de las vacaciones, unos vienen y otros van, entre julio y agosto, el día uno, precisamente. Y ¡qué casualidad! un tren Alvia se estrella en su Galicia natal. Mi pésame únase al de los demás. Cada discurso comenzará con esa frase mientras “el gallego” asume su papel y nos deja convertidos en rinocerontes esperando a Godot y escuchando divagaciones vanas una vez más.

«Diario Palentino, 28 de julio de 2013»