Lo de Rajoy es de Juzgado de Guardia

king-rajoy“Su ego particular por encima de todos los españoles”

             Con su terquedad habitual Rajoy insiste en que ha ganado las elecciones y no atiende a razones. Con su minimayoría no quiere aceptar que quien gana las elecciones gobierna, simplemente y sin ayuda. Quiere que otros le den lo que ha sido incapaz de conseguir y se cree con derecho a ser el Presidente de todos después de maltratarnos política y económicamente, de disculpar y cobijar la propia alarmante corrupción, de insultar a los otros representantes de “muchos” españoles y de someternos al estrés de tener que escuchar sus discursivas sandeces.

            Mariano, sentado en su inamovible sillón de divinidad trasnochada, espera, desea y exige que todas las demás formaciones le rindan pleitesía y le lleven ofrendas llenas de votos a sus pies de barro derretidos en el charco de desgobierno al que está sometiendo a España sin ningún pudor ni reparo. El joven Rivera, aspirante a heredero de votos procedentes de la zona derecha más moderada y democrática del Partido Popular, ha dado muestra de una paciencia casi infinita y de una entrega encomiable a su misión de intentar que se forme gobierno, hasta que se ha hartado del pamplineo marianil y ha tirado la toalla. No es para menos.

            El gran obstáculo, el gran murallón, el presón que no deja fluir los cauces democráticos es solo y únicamente Mariano Rajoy. Se lo dicen a troche moche, desde la oposición y dentro de su propio partido, ?“Vete, Mariano, vete”?. Incluso sus más fieles lacayos se han rebelado contra la propuesta de celebrar nuevos comicios el día de la Navidad. Clama al cielo. Claro que, por otro lado, quienes le defienden a capa y espada son los cercanos agraciados con cargos, y ahora sin cargas. Ya se sabe cómo funcionan los partidos, cada líder va colocando a sus fieles en puestos estratégicos que sostengan su liderazgo, pues, como fichas de dominó, en hilera acabarían cayendo todos. Difícil de remediar a corto plazo.

            Agazapado en su perverso discurso de poner la pelota en el tejado de otros y repetir cansinamente el mantra de la culpa ajena, Rajoy se libera de asumir la responsabilidad exigible a un hombre de Estado, ardua tarea cuyo camino desconoce. Ya nos ha convencido de que no es corto de luces sino obstinado y testarudo, lo quiere para él, para sí mismo y por encima de todo, aunque con su tozudez arrase con todo, todo, aunque el país se paralice, o retroceda. Y, lo consentimos.

«Diario Palentino, 04/09/2016»