El burkini, toca madera

islam“El patriarcado atroz y extremo encuentra otro cauce de subyugación”

             No es un debate baladí, los argumentos sobre libertades y tolerancia centrados en que Europa debe ceder y tolerar para hacer honor a su bandera de valores no tienen en cuenta que desde la otra parte la permisividad con las costumbres occidentales es de cero rotundo. Para los hombres musulmanes las que vestimos pantalón corto y bikini somos directamente putas, date un paseo por el Jan el–Jalili en El Cairo y verás cómo te ponen.

            El radicalismo musulmán crece exponencialmente desde los últimos treinta años cuando las jóvenes de países africanos del entorno mediterráneo vestían a la occidental con toda normalidad. Ahora es imposible, hasta la europeizada Turquía de Kemal Ataturk marcha hacia atrás. Nawal Al Saadawi, escritora egipcia de 84 años, dice: ‘Mi madre era más libre que mi hija’. De hecho, entre las propias jóvenes radicalizadas se increpa a las que no se atienen a la rigidez del vestuario. La presión social interna no permite diferenciar las mujeres que se cubren por voluntad de las que lo hacen bajo coacción.

         En el torticero argumentario se pretende comparar la vestimenta musulmana con la de las monjas católicas, pero en el Islam se cubre a las niñas desde los doce años que aún no tienen libertad de elección. Las monjas se bañan en lugares públicos con bañadores al uso no con sus hábitos, y los eligen en edad adulta, ninguna presión social incide en su decisión ni a todas se nos obliga a vestir de monjas. También hay comparaciones del burkini con un traje cualquiera de neopreno, solo que éste no tiene simbolismo religioso ni propagandístico y su función es protectora, en una piscina resultaría antihigiénico.

            Mujeres intelectuales y cultas musulmanas, activistas del feminismo, diputadas, juristas y profesoras consideran ‘el burkini un retroceso, una degradación para la mujer y una falsa libertad bajo un patriarcado impuesto’. Véase la singular confusión sufrida por la inventora del burkini, Aheda Zanetti: ‘Me gusta ir detrás de mi marido, porque yo soy el motor, y elijo serlo. Quiero que él se lleve todo el crédito porque yo soy una triunfadora silenciosa.’ y ¡Olé!

          Cualquier novedad restrictiva de la libertad de las mujeres es contagiosa y nefasta a la larga para todas, y en el Islam hablar de libertad de las mujeres, aunque sea para vestirse suena a chiste de humor negro. 

«Diario Palentino, 28/08/2016»

Religiones y guerras santas

jihad-suriah“El control de la mente por las normas moralizantes nos convierte en monigotes”

            Cada día la prensa se llena de noticias que de alguna manera tocan aspectos de las religiones. Las doctrinas morales impuestas sobre deberes y exigencias limitantes para con uno mismo y con el prójimo siempre fueron un pegamento de alta consistencia muy útil para conseguir controlar sin cadenas reales ni alambre de espino a ingentes masas humanas. “No hay peor cárcel que la del alma”. Cierto es que las religiones imponían cierto orden de convivencia en los grupos humanos con normas que abarcaban todos los aspectos de la vida cuando aún el derecho, las leyes propiamente civiles, no había nacido. Daban instrucciones para la familia, cómo llevarse con los vecinos y hacer frente a los enemigos, hasta para la higiene y la salud. Algunas religiones han evolucionado y otras se quedaron en la noche de los tiempos como si no hubiéramos pisado la luna ni superado la velocidad de la luz con la ciencia cuántica.

            La Guerra Santa ha sido y es el indiscutido instrumento de expansión y dominación. En principio se justifica en los dogmas como legítima defensa y deber moral, es decir, espada y conversión o guerra del alma, hay que defenderse del enemigo, llamado infiel, y convertirlo a la verdad más absoluta, que es la mía, por supuesto. Detrás de esas premisas se esconden, como siempre en la condición humana, intereses estratégicos, de dominación, de poder o crematísticos.

           En el catolicismo la cruzada terminó con la revisión hecha por el Concilio Vaticano II: “La Guerra Santa es santa si deja de ser guerra”. En el Judaísmo, los sionistas aún proclaman el derecho de todo judío de entrar en Palestina. En cuanto al Islam, su yihad está en fase de mayor virulencia. El Estado Islámico, el Daesh, Al Qaeda…, utilizan el Corán como veneno activo para conseguir terroristas aspirantes a mártires del paraíso. Cuánta sangre derramada en nombre de la cualquier fe, de cualquier radicalismo alienante y manipulador. No salimos del círculo maligno, la xenofobia crece con el miedo y la incomprensión. Un grupo de curas jesuitas imparte un curso para explicar que el Islam no es el salafismo y que tiene su interpretación positiva, seguro que en algunos aspectos sí, pero que nos lo expliquen despacio a las mujeres sufridoras de los efectos del patriarcado. Todas las religiones son discriminatorias, nosotras no ganamos nada con ninguna.

«Diario Palentino, 31/07/2016»