“El resultado del último proceso electoral nos ha dado una muestra clara de confusión”
Los seres humanos nos debatimos siempre entre las vísceras y la razón, entre lo que deseamos con pasión y lo que nos parece lógico.
Es nuestra guerra particular y entre estos dos extremos se van debatiendo las decisiones de la vida. Pero no podemos nadar en la superficie sin pecar de quedarnos en la cáscara verde de la nuez que la mona tiró en la fábula de Esopo porque la amargó la superficie.
El resultado del último proceso electoral nos ha dado una muestra clara de confusión. La masa, el pueblo, la mayoría, los que no cobramos millones de euros de “bonus” de productividad pero estamos expuestos a quedarnos sin trabajo, sin casa y sin medios de subsistencia hemos confundido la política con los políticos y nos hemos dejado llevar por una marea mediática de mensajes subliminales pagados con fondos empresariales, cuando no con dineros de todos, en defensa casi unánime de unos intereses que tan solo beneficiarán a unos pocos.
Los políticos representan y se supone que defienden unos objetivos muy determinados y que por mucho que se camuflen son los que son y siempre los mismos, o justicia social y reparto equidistributivo de la riqueza de la madre tierra para dar de comer a todas sus criaturas o sálvese quien pueda y el pez grande que se coma al chico.
Por muchos pregones y discursos oportunistas cada uno es quién es, la derecha conservadora siempre trabajará para salvaguardar sus privilegios y esconder sus desafueros y la izquierda habrá de velar por la igualdad, el bienestar y la atención de los más desfavorecidos de la sociedad.
Solo hay en el fondo estas dos claves, reparto justo o ley de la jungla. Los italianos han comenzado a descabezar la derecha mafiosa de Berlusconi arrebatándole sus feudos de Milán y Nápoles. En Francia los seguidores de Sarkozy flaquean ante sus sexpolíticas racistas. La economía globalizada, sumun placer de la derecha, está destruyendo la solidaridad humana. Los sindicatos, presuntos defensores de la clase trabajadora, se pertrechan dónde, entre bambalinas, también se morrean con los empresarios pero tiran en el primer mordisco de la cáscara verde de la nuez, porque llegar a defender las condiciones laborales infrahumanas de los trabajadores del Tercer Mundo es una ardua tarea que los viejos sindicalistas no tienen interés en afrontar.
O hacemos una limpieza a fondo de oportunistas, mercachifles, parletas y renovamos las plantillas de representación política con creyentes ideológicos auténticos e imperturbables o los derechos humanos y la equidistribución de los bienes volverán a convertirse en utopía inalcanzable perteneciente al mundo de los sueños. «Diario Palentino, 5 de junio de 2011»