¡Especuladores, es la hora!

    Detrás de la abundancia viene la escasez y como anexo los aprovechados. La historia humana funciona como un péndulo, de uno a otro extremo pero solo para algunas partes del planeta, para otras siempre está en el modo desgracia. El temor a carecer de los medios para la supervivencia reside en el cerebro primario de todas las especies, de ahí el ansia de ampliar territorio y obtener poder sobre más recursos. El novedoso y manido término “globalización” camufla un capitalismo voraz que expolia a los más débiles, o a quienes tienen gobiernos más corruptos, y explotan su mano de obra barata, generalmente de mujeres y niños. En el caso de la pandemia presente se ha visto claramente el agujero, no ha funcionado de forma global para que las vacunas lleguen hasta el último punto del planeta: primero los países ricos, sálvese quien pueda, luego ya se verá. ¿Qué pasó? Que los pobres enfermaron, las factorías cerraron, los transportes pararon, los contenedores se acumularon en los puertos salvo para quien paga un 700% más caro el flete, y la escasez crece y crece. No llega el papel para imprimir libros, la cultura se resiente. No hay componentes electrónicos, las fábricas de automoción paran las cadenas o cierran factorías, aumentan las familias sin trabajo y con ello la pobreza. El desabastecimiento llega a los mercados de alimentación, la carestía a los juguetes, caprichos, el Black Friday. Y lo que nos queda si sumamos el incremento mundial de precios de electricidad y combustibles. Es la hora de los especuladores, trapicheantes, acaparadores, inmorales, bancos y prestamistas usureros. Y, como no, de los traficantes de ideas que con discursos políticos engañosos lanzan dardos directos a las tripas de los que tienen miedo prometiéndoles lo que nunca podrán cumplir.

Diario Palentino, 31 de octubre de 2021

El Constitucional y el Alcalde de Zalamea

            Como parece que estamos de teatrillo vamos a hacer un parangón. En la obra de Calderón de la Barca, Pedro Crespo, a la sazón alcalde de Zalamea, da garrote a D. Álvaro de Ataide, capitán del ejército real, que estaba de paso y alojado en su casa, por raptar a su hija y violarla. Llega el rey Felipe II y escucha las explicaciones del alcalde, y padre agraviado, para justificar el castigo. Al tratarse de un militar de sus ejércitos el rey cuestiona el poder del alcalde para ajusticiar a su capitán y en la forma que, por ser noble, debiera haber sido degollado. Después de sopesar pros y contras el rey concluye: “…, aquesto ya es hecho. Bien dada la muerte está; que no importa errar lo menos quien acertó lo demás”.

            La mano en el corazón debieran haberse puesto los seis magistrados del Tribunal Constitucional que, con irresponsabilidad y en perjuicio de la salud pública futura, han puesto a los pies de los caballos a un gobierno sorprendido por lo nunca visto, una pandemia agresiva,  descontrolada y sin medios jurídicos ni recursos materiales para hacerle frente. En un mero debate teórico, más de fábula que de juristas serios, han pasado dos días enteros discutiendo sobre si son galgos o son podencos. Entre si procedía estado de alarma o estado de excepción. Ya sabían ellos y los indecentes promotores del recurso (VOX vota a favor y luego recurre contra sus propios actos) que la opción sería tan difícil de explicar a los ciudadanos como fácil de lanzar confusos titulares y oscuras explicaciones por parte de la prensa adepta. Suerte hemos tenido que hayan tardado un año en dictar sentencia o ¿lo han retrasado aposta para que el gobierno siguiera protegiendo la salud de los ciudadanos y decir después qué mal lo has hecho? Cualquier perversión es posible. Lo cierto es que “no importa errar lo menos quien acertó lo demás”.

Diario Palentino, 18 de julio de 2021

 

Vacunados versus egoístas

          Escuchar a Fernando Simón decir que pronto podremos prescindir de la mascarilla en exteriores ha sido una bocanada de aire fresco, una barrera derribada hacia la deseada normalidad. Mascarilla, normalidad, distancia social, espacios ventilados… son términos y expresiones que han cobrado todo un significado para conservar la salud. Hacia el 20 de agosto se espera llegar, en España, a la inmunidad de rebaño. Cuanto antes y más personas nos vacunemos mejor será para beneficio de la población. Pero, el egoísmo y la insolidaridad son unas de las peores lacras que anidan en la condición humana. Que se vacunen otros, así no me contagian ni me tengo que arriesgar yo al inocularme. Es lo que en silencio tienen pensado los que, sin motivo ni causa grave justificada, se niegan a recibir el tratamiento inmunizante sin pensar en hijos, padres, familiares y personas del entorno que pueden verse afectadas. Otra especie son los antivacunas, que se confían a la protección de santos o gurús y variopintas divinidades. Por último, asoman naturistas, homeópatas y otras hierbas que son capaces de padecer graves malestares por no meterse en el cuerpo sustancias químicas de laboratorios que, a su modo de ver, trabajan para causarnos otros daños corporales y ganar mucho dinero a costa de vendernos cada vez más remedios. Lo cierto es que, gracias a los avances médicos, farmacéuticos, a la higiene y vida saludable, nuestra esperanza de vida casi se ha duplicado. Cuentan los virólogos que a raíz de la gripe de 1918 se extendió la costumbre de comer con cubiertos. Ojalá, a partir de ahora se ponga mascarilla quien esté enfermo para no contagiar a los demás, como los japoneses. En cualquier caso, eliminar la mascarilla será todo un símbolo que beneficiará a la economía española, tan dependiente del turismo exterior.

Diario Palentino, 22de mayor de 2019.

De libro y sofá

     Como no hay mal que no venga bien, la pandemia nos ha recluido durante más horas en casita. Para quienes tenemos la suerte de tener casa, electricidad y comodidades ha sido una oportunidad para hacer limpieza profunda y organizar armarios y almarios. Pero hecho esto se hace largo vivir con tantas limitaciones. Ya nos contaron que habían aumentado las ventas de bicicletas estáticas y bebidas alcohólicas al mismo ritmo que bajaban las de ropa y calzado; sin contar la ruina de la hostelería. Por supuesto, crecieron las ventas por internet y sobre todo, como dice una amiga, alimentando al monstruo, léase Amazon. Después de casi un año, que hará en marzo, ya vivimos entre el hastío y la conformidad buscando nuevos recursos de distracción que nos ilusionen. Por cierto, también se han disparado las prescripciones de antidepresivos y ansiolíticos, sobre todo desde que el médico de familia desde su casa llama y aunque no conozca de nada al paciente le receta lo que le pidan; cuando termine esta movida les va a caer fatal tener que volver a sentarse frente a los pacientes reales no virtuales, con sus rostros de dolor y preocupación en primer plano. Pero, eso es tema para otro día. Una de las ventajas a destacar es que la venta de libros va en aumento, libros en papel y libros en formato electrónico. Cuanta falta nos hace abrir la mente a otros mundos para salir de nuestro enclaustramiento mental, el monotema y las manías que giran como un disco rayado. Ojalá los políticos leyeran más, nos dirían menos tonterías sin ninguna gracia. Leer como entretenimiento es una forma de meditación que enriquece, al ensimismarnos en lo que ocurre en las páginas podemos vivir entre líneas otras vidas, otras ideas, otras reflexiones, es como pasar un tiempo en otras cabezas que viven, sienten y piensan de forma diferente.

Diario Palentino, 24 de enero de 2020

 

Érase una vez…un coronavirus

       

     Tiempos diferentes para hacer cosas distintas. En esta ocasión, mis querid@s lector@s, os voy a contar un cuento de temporada que se titula:

 

Informativos coronavirus

-¡Carlooos, llaman a la puerta… otra vez! -gritó Sonia desde la cocina.

-Pues, abre.

-No pienso abrir, abre tú, es para ti.

-¿Me estás oyendo? Te digo que abras la puerta y dejes de molestar. -Voceó Carlos, sentado en el sofá del salón. Sin más pausa apuntó el mando al televisor y aumentó el volumen.

     Los gritos de ella y los timbrazos en la puerta de la calle insistían diluidos en la voz radiofónica del locutor que daba las noticias.

            Sonia se presentó en el salón con los brazos en jarras

-¡Es que no oyes lo que estoy diciendo, nos van a echar de la comunidad!

           Carlos giró la cabeza

-Pues, que les den. La miró con hastío, dio una calada lenta al cigarrillo y volvió la vista al canal 24 horas. En pantalla, dos ministras daban una rueda de prensa con el número de contagiados por Covid-19.

-Nos darán a nosotros. Una buena multa si llaman a la policía, le respondió, y con un gesto de fastidio, entornó los ojos, apretó la mandíbula y se dio media vuelta. El timbre tronaba cada vez más seguido, más intenso, un tormento.

            Mientras recorría el pasillo hacia la puerta bufaba y rezongaba

-Y a ver con qué pagamos si hace dos años que estás en paro, me mato a trabajar, pago la hipoteca, tu bebida, tu tabaco… A penas resonaron en el aire estas palabras, Carlos se levantó iracundo del sofá, estrelló el bote de cerveza contra la pantalla, se precipitó por el pasillo, tropezó con Sonia y de un empellón la empujó contra la pared. Voy a matar a ese hijo de puta, agarró el picaporte y abrió con violencia. Allí, un niño de unos siete años al verle con los ojos ensangrentados de rabia musitó

-Dice mi papá que si puedes poner la tele más bajo.

 

Diario Palentino, 26 de abril de 2020