“Goleada al Papa por el sector eclesiástico más rancio”
El tema “muerte” ha dado siempre mucho juego en la vida, tanto ha inspirado a creadores como a dictadores, sin contar el uso despiadado que las religiones hacen de ella para ejercer dominación sobre las mentes de sus adeptos. Véase la Yihad y sus promesas paradisíacas. El culto a los muertos como forma de sobrevivir en ultratumba es rico en todas las civilizaciones. Para la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana lo que se debe hacer con los restos humanos de sus fieles siempre ha requerido especial atención y amplio ritual. Cuando se hacía continua mención a la Resurrección se prohibió la incineración de cadáveres fundada en un argumento de tan abrumadora ingenuidad como que no podían resucitar los cuerpos chamuscados pero sí los que se habían podrido en sus tumbas.
En algunos círculos católicos corre la sospecha de que la instrucción del cardenal Müller, que dirige la Congregación para la Doctrina de la Fe (antes Sagrada Inquisición), ha sido una jugarreta para minar el prestigio del Papa Francisco. Así, reza el texto: «Para evitar cualquier malentendido panteísta, naturalista o nihilista, no sea permitida la dispersión de las cenizas en el aire, en la tierra o en el agua o en cualquier otra forma», ya son ganas de meterse en camisas de once varas cuando estaba el ganadillo tranquilo.
En cualquier caso, hoy que la ciencia abarca todos los campos, es poco práctico debatir sobre lo que hacer con meros restos orgánicos al margen de la regulación sanitaria. Para los católicos lo que cuenta es el alma, espíritu que migra y abandona el soporte material para dirigirse a un ignoto destino, ya no se sabe si hay cielo, infierno, purgatorio y limbo, o felicidad en la contemplación de la divinidad. La esencia del ser humano está en una vida digna, de la que poco o nada se ocupa el cardenal Müller. El cuerpo mortal es materia biológica, mero soporte de la esencia humana que termina su función con el último estertor para volver al ciclo de la naturaleza. El respeto, la veneración o la colocación de la dignidad en lo que queda de un ser que ya no respira es mero estereotipo costumbrista. Y, como todo viene bien para el convento, columbarios parroquiales ya ofrecen sus servicios de depósito (pagando) de cenizas de los muy cristianos difuntos familiares, a la tercera generación vendrán los desahucios.
«Diario Palentino, 30/102106»