¡Vaya latazo de prófugo!

        Cada cierto tiempo el prófugo de la justicia española, buscado para ser juzgado por delitos de sedición y malversación, monta un espectáculo para decir aquí sigo yo. Con su premeditada huida traicionó a sus compañeros que por ello fueron condenados a cumplir prisión para evitar más riesgos de fuga. Vive como un marqués a cuenta de ignotos benefactores y mete toda la bulla que puede para desestabilizar España. Llamar president y vitorear a un fugitivo no deja de ser chocante. Lo curioso del caso es que mucho ruido, pero hoy el 52% de los catalanes con derecho a voto no votarían sí a la independencia en un referéndum. Mucha bronca y la casa por barrer, porque el lío catalán tiene su mayor exponente dentro de sus fronteras, como ya se vio entre familias que se tiraban los turrones a la cabeza en aquellas navidades siguientes a la fallida declaración de Repúblic Independent de Catalunya, que duró un suspiro, como suele ser habitual cada cierto número de años en su historia. No se entiende como no se cansan de fracasar y victimizarse. Ganas de vivir siempre con ansiedad. Lo peor es que con su terquedad incita a sus seguidores al radicalismo. Allá donde haya políticos proclives a negociar salidas prácticas, que lleven poco a poco a ganar más autonomía, entra con su caudillismo y algarabía callejera para romperlo todo. Y que no se le ocurra a nadie de Esquerra moverse del guion porque el griterío le acusará de traidor, como vemos a menudo. Burguesía, empresarios locales, abogados y otras clases, digamos poderosas, están encantadas con que la gente de a pie salga a la calle indignada, con banderas, gritando las consignas que les mandan, mientras ellos, los señoritos, juegan al golf en su club privado, y el prófugo se pasea por Europa sacando la lengua a la Constitución, a las leyes y a la Justicia española y europea.

«Diario Palentino, 25 de septiembre de 2021.

 

CDR, GDR y Tabarnia

        Lo que está pasando con el asunto catalán llenará páginas de historia repletas de desaciertos. Sobre dos ejes se mueve el origen del conflicto. Uno, cuando la corrupción en CDC rebosa y los líderes convergentes deciden agitar el independentismo para camuflar su propio atraco a los catalanes. Porque, ni Tarradellas ni Puyol promovieron la separación de España, hablaban de dinero. Dos, desde la aparición de Rajoy en el poder político español  y su forma absolutista de gobernar para todos los españoles, las sensibilidades catalanas con lo suyo se han ido poniendo en carne viva con especial virulencia. El abismo abierto no solo distancia a parte de Cataluña del resto de España, sino que entre la propia sociedad catalana el debate adquiere visos preocupantes. El engendro llamado Tabarnia, creado por el actor Albert Boadella, no deja de ser una puesta en escena histriónica de las propias contradicciones del movimiento independista. Si Cataluña quiere separarse de España porque cree que pone más dinero de lo que recibe, Barcelona y Tarragona querrían separarse del interior catalán rural porque producen más con la industria y el turismo. Dejando de lado la lección espejo de Boadella, más inquietantes son los movimientos ciudadanos que llaman a la desobediencia civil y que pueden derivar en acciones violentas. Los CDR, Comandos en Defensa de la República lanzan instrucciones confusas sobre el pacifismo de sus acciones. Y, ahora, enfrente surgen los GDR, Grupos Clandestinos de la Resistencia, cómo suena, salen por la noche a limpiar las ciudades y los pueblos de lazos amarillos, esteladas y demás proclamas independentistas. La división interna entre catalanes ha saltado de la mesa familiar a las calles.    

«Diario Palentino, 15 de marzo de 2018»  

Catalanes versus catalanes

            No me gustaría estar sentada estos días a la mesa de una familia catalana con divergencias ideológicas. Tan amantes de las costumbres y tradiciones, a las que se agarran como a una cruz de salvación, van a tener que contener la respiración durante las celebraciones navideñas. Porque en Cataluña a nadie se obliga a ser independentista pero se mira de reojo a quien no lo es, lo que se traduce en que la mitad del pueblo catalán mira mal a la otra mitad y eso es un verdadero problema, sobre todo en el día a día de su convivencia. Desde el paleta, que ya hace meses dejó de bajar al bar de su barrio para que no le conminen a manifestar su posición en el Procés, hasta la madre que se considera y quiere seguir siendo española frente a sus belicosos hijos simpatizantes de la CUP hay un abanico de discusiones que suele terminar rehuyendo la conversación y a veces, incluso la compañía. El verdadero autoritarismo que se vive en Cataluña es el de los indepes sobre los demás. Se respira, está en el aire, en las miradas y en las estridentes expresiones, como denominar fuerzas de ocupación a la policía nacional o a la guardia civil. Las elecciones catalanas han dejado sobre la mesa un preocupante plantel, después de ignorar las leyes democráticas por pactos gobernará el sector soberanista que ha demostrado no tener en cuenta a más de la otra mitad del pueblo catalán, y una preocupante ruina económica de toda la comunidad y para muchos años vista. Lo peor vendrá después, el efecto contagio, País Vasco y Navarra para empezar. Qué vivan los reinos taifas. A ningún ser inteligente se le ocurre que siendo menos y más pequeños se puede más, pero las ovejas no piensan y a veces el pastor tampoco. Salud y felices fiestas.

«Diario Palentino, 24 de diciembre de 2017»