Traidores o coherentes

Coherencia v1“Los ciudadanos no tienen que rendir su ideología a las veleidades de los partidos”

Cuestión de objetivos. Los ciudadanos al votar buscamos lo que consideramos mejor para los nuestros, en primer lugar, y el beneficio a largo plazo para la colectividad después,instinto de supervivencia. A fin de cuentas somos los descendientes de quienes con sus habilidades no se quedaron por el camino. En cada comicios hay votantes que lo son a machamartillo porque pensaron y decidieron, o solo aceptaron una orden en un lejano día olvidado y no han vuelto sobre sus pasos para revisar su conformidad con lo que sienten hoy y ahora en su fuero interno.

La auténtica coherencia no consiste en ser fiel in extremis a una organización social o política con una adhesión de por vida, si no en estar siempre en la línea ideológica personal, en la conformidad con uno mismo. Cualquier grupo humano genera poder sobre un colectivo, poder que con el tiempo evoluciona degenerando; partidos políticos, sindicatos, asociaciones, clubs, cofradías, peñas y demás formaciones van perdiendo su objetivo por el camino a medida que los más hábiles van ascendiendo puestos en la cadena de mando hasta llegar a las más altas cotas de superioridad en una lenta pero persistente escalada, amarrando las riendas del poder y tirando de la nave a quienes se distraen, con frecuencia, idealistas e ingenuos que creen a pies juntillas en la misión. Lo que en castellano se dice – unos están al santo y otros a la limosna-.

Los cambios de gobierno como resultado de unas elecciones dan cuenta del número de ciudadanos que revisan periódicamente su voto y lo adaptan a lo que creen mejor para sí y para todos. Electores sanos, que piensan, un síntoma de higiene democrática. El inmovilismo nos llevaría a un totalitarismo esclerotizante de las instituciones representativas, sin oxígeno, sin renovación y sin flexibilidad no hay tejido social que sobreviva.

Los partidos mayoritarios, momificados en sus sepulcros de ultratumba y embalsamados con sus ajuares programáticos y discursivos, consideran una ofensa a sus dioses terrenales la estampida de votos hacia los nuevos ídolos. Los votantes reflexivos son considerados traidores y desagradecidos, se les amenaza con las penas del infierno provocado con su decisión, -no saben lo que hacen, perdónales, Señor-. Las mareas multicolores han arrasado con los diques decrépitos de quienes no han sabido o querido mantener y reforzar los canales democráticos.

«Diario Palentino, 14/06/2015»