La verdad en pocas palabras

Ahora que se llevan los miniblog, es decir, la expresión de las ideas en pocas palabras frente a las peroratas, y ahora que tienen más audiencia las series de capítulos cortos frente a los largometrajes, hay que subirse al carro y explicarse en pocas líneas. Lo mismo ocurre en la comunicación, para decir verdades hace falta poco espacio, la justificación de las mentiras es lo que necesita muchas palabras y graves discursos.

Un ejemplo de verdad de Perogrullo: mientras la Consejera de Economía de la Junta, Dña. Pilar del Olmo, sale cantando victoria para decir que su consejería no hará uso de la autorización que le ha dado el Gobierno de España para emitir deuda pública, porque, según sus propias declaraciones nos encontramos en un estado de flamante sanidad de las arcas regionales. Sin embargo, lo que es propiamente la Sanidad Pública, por ejemplo, es una calamidad y debemos traducir que mientras la Consejería de Economía hace hucha, los ciudadanos enfermos hacemos colas interminables y esperamos durante largos meses para que nos vea un especialista, que los hospitales no gozan de la dotación necesaria, ni en recursos humanos ni técnicos, que los médicos están tan mal pagados que da pena la falta de consideración hacia profesionales que han invertido diez de sus mejores años y mucho dinero en formarse, que las dotaciones en educación son las últimas de las estadísticas, que nuestros pueblos aún adolecen de servicios básicos sociales, de higiene, salud, sanidad e infraestructuras, que alcaldes de los pequeños municipios miran al cielo cada mañana a ver si cae algo de dinero para pagar el alumbrado público.

La Consejera parece imbuida de un trasnochado espíritu de ahorro que consiste en tener las cuentas del banco muy gordas a base de vivir bajo privaciones, escaseces, ignorancia y atraso.

Nuestra enhorabuena al Partido Popular, si lo que pretende es seguir dando pasos hacia atrás en la Comunidad lleva camino de ganarse un diez. «Diario Palentino, 28 de febrero de 2010»

Tribulaciones de un alcalde de pueblo

Los “cementerios” de residuos industriales, sean nucleares o no, son la cara b del bienestar, algo hay que hacer con el material no reciclable que nos permite vivir como vivimos. Y como en todo los demás aspectos de la vida, quién más tiene y quién más puede se quita los marrones de encima, aunque sea pagando.
Hace tiempo que se viene oyendo que el campo castellano estaba en los mapas europeos destinado a tales finalidades. ¡Y qué mejor argumento convincente que pagar bien a quienes ofrezcan una localización! Como el hambre y las ganas de comer suelen coincidir, nos encontramos a los alcaldes de nuestros pequeños pueblos, cada día más ignorados y menguantes, que se tirarían de la torre abajo con tal de poder suministrar a sus vecinos el bienestar que merecen.
La gran empresa o la poderosa administración se presentan de pronto como Mr. Marshall, cargaditos de regalos y recursos sine die. ¡Cuántas cosas se podrían hacer con todos esos medios! Piensa para sí, el meditabundo regidor. Y en su soliloquio puede llegar a disentir con los vecinos a quienes pretende beneficiar, e incluso a desacatar la consigna de las siglas del partido que representa. El sueño del paracaídas que cae del cielo colmando todas las necesidades se repite una y otra vez.
Estos grandes alcaldes de pequeños pueblos que tienen que pelear día a día con administraciones de despachos alfombrados, que oyen que la FEMP reclama derechos de reparto que solo llegan para los grandes, que reciben directrices de los órganos centrales de su partido en el que siempre hay un encargado de darles palmaditas en la espalda en vísperas de las elecciones, pero que están más solos que la una frente a la escasez, son carne de cañón y sucumben a la tentación de vender su alma al diablo por un puñado de lentejas.
La cuestión radica en que la soberanía municipal acaba en el límite del término municipal, que a su vez linda con otro o varios términos, pudiendo extender los efectos de sus decisiones a espacios mucho más extensos que los que abarca la jurisdicción del regidor local.
Seamos serios, los asuntos de calado nacional, incluso europeo deben ser tratados con pulcritud y planificación, no soltando patatas calientes. «Diario Palentino, 14 de febrero de 2009»

Tribulaciones de un alcalde de pueblo

Los “cementerios” de residuos industriales, sean nucleares o no, son la cara b del bienestar, algo hay que hacer con el material no reciclable que nos permite vivir como vivimos. Y como en todo los demás aspectos de la vida, quién más tiene y quién más puede se quita los marrones de encima, aunque sea pagando.
Hace tiempo que se viene oyendo que el campo castellano estaba en los mapas europeos destinado a tales finalidades. ¡Y qué mejor argumento convincente que pagar bien a quienes ofrezcan una localización! Como el hambre y las ganas de comer suelen coincidir, nos encontramos a los alcaldes de nuestros pequeños pueblos, cada día más ignorados y menguantes, que se tirarían de la torre abajo con tal de poder suministrar a sus vecinos el bienestar que merecen.
La gran empresa o la poderosa administración se presentan de pronto como Mr. Marshall, cargaditos de regalos y recursos sine die. ¡Cuántas cosas se podrían hacer con todos esos medios! Piensa para sí, el meditabundo regidor. Y en su soliloquio puede llegar a disentir con los vecinos a quienes pretende beneficiar, e incluso a desacatar la consigna de las siglas del partido que representa. El sueño del paracaídas que cae del cielo colmando todas las necesidades se repite una y otra vez.
Estos grandes alcaldes de pequeños pueblos que tienen que pelear día a día con administraciones de despachos alfombrados, que oyen que la FEMP reclama derechos de reparto que solo llegan para los grandes, que reciben directrices de los órganos centrales de su partido en el que siempre hay un encargado de darles palmaditas en la espalda en vísperas de las elecciones, pero que están más solos que la una frente a la escasez, son carne de cañón y sucumben a la tentación de vender su alma al diablo por un puñado de lentejas.
La cuestión radica en que la soberanía municipal acaba en el límite del término municipal, que a su vez linda con otro o varios términos, pudiendo extender los efectos de sus decisiones a espacios mucho más extensos que los que abarca la jurisdicción del regidor local.
Seamos serios, los asuntos de calado nacional, incluso europeo deben ser tratados con pulcritud y planificación, no soltando patatas calientes. «Diario Palentino, 14 de febrero de 2009»

Uniformad/Manipulad

Tal vez un poco desapercibida haya pasado para el público general la película titulada La Ola, en la que un profesor experimenta como se puede manipular masas humanas llegando a través de un individualismo colectivo al establecimiento de pautas de orgullo común .

De creernos y querer ser diferentes a los demás vamos formando ideologías distanciadoras de otros grupos humanos que pueden llevarnos a situaciones como los nacionalismos extremos, los separatismos o miserias mentales del mío es mío y de los míos. En vez de sentirnos ciudadanos del mundo y pensar que podemos, si queremos, vivir en cualquier parte y llevarnos bien con cualquier vecino de cualquier latitud, sentimos como una especie de fuerzas mezquinas nos empujan a apasionarnos por defender miserias humanas, materiales o providenciales de menor entidad. Mis cosas, mi ciudad, mi pueblo, mis tierras, hasta incluso el otro día escuché “Mi caja de ahorros” en un acalorado debate sobre la controvertida fusión que solamente esconde intereses personales, localistas y políticos, todos muy lejos del interés general, incluso del que se aferraba a “su Caja” porque tenía su libreta en ella.

Y como de cara la próximo curso pronto comenzarán los debates propios de la enseñanza con el encontrado análisis destructivo-político-coyuntural, y con independencia de que sea una solución estupenda establecer la obligatoriedad de utilizar uniforme en las aulas, para igualar socialmente y evitar estupideces de modas y “marcas” que tanto deforman la personalidad de los adolescentes, no debiéramos olvidar que el acento en la formación de los futuros ciudadanos está en la tierna infancia y que es más importante no ser un ciudadano manipulable y encorsetado que saber muchas matemáticas.

Porque la pregunta del millón sigue siendo la misma irresoluble: ¿Nos da la cultura la libertad? Habría que afinar mucho. La cultura es tan versátil y manejable como el idioma o la imagen. Quién te puede manipular con la palabra también te clavará, llegado el caso, un puñal en la espalda. Lo que debemos aprender y enseñar es a ser libres de pensar, a elegir nuestra forma cultural, a filtrar las informaciones que nos vienen del exterior y que casi siempre son interesadas. Ese es el quid de la cuestión. Eso es lo que los poderes fácticos no quieren tener: ciudadanos librepensadores, porque entonces serán libres de cargas y podrán denunciar los mal utilizados privilegios de la casta poderosa. La tentación  de consumir parcelas de libertad del ciudadano nunca cesa, simplemente adopta diversos formatos. «Diario Palentino, 18 de enero de 2009»

Uniformad/Manipulad

Tal vez un poco desapercibida haya pasado para el público general la película titulada La Ola, en la que un profesor experimenta como se puede manipular masas humanas llegando a través de un individualismo colectivo al establecimiento de pautas de orgullo común .

De creernos y querer ser diferentes a los demás vamos formando ideologías distanciadoras de otros grupos humanos que pueden llevarnos a situaciones como los nacionalismos extremos, los separatismos o miserias mentales del mío es mío y de los míos. En vez de sentirnos ciudadanos del mundo y pensar que podemos, si queremos, vivir en cualquier parte y llevarnos bien con cualquier vecino de cualquier latitud, sentimos como una especie de fuerzas mezquinas nos empujan a apasionarnos por defender miserias humanas, materiales o providenciales de menor entidad. Mis cosas, mi ciudad, mi pueblo, mis tierras, hasta incluso el otro día escuché “Mi caja de ahorros” en un acalorado debate sobre la controvertida fusión que solamente esconde intereses personales, localistas y políticos, todos muy lejos del interés general, incluso del que se aferraba a “su Caja” porque tenía su libreta en ella.

Y como de cara la próximo curso pronto comenzarán los debates propios de la enseñanza con el encontrado análisis destructivo-político-coyuntural, y con independencia de que sea una solución estupenda establecer la obligatoriedad de utilizar uniforme en las aulas, para igualar socialmente y evitar estupideces de modas y “marcas” que tanto deforman la personalidad de los adolescentes, no debiéramos olvidar que el acento en la formación de los futuros ciudadanos está en la tierna infancia y que es más importante no ser un ciudadano manipulable y encorsetado que saber muchas matemáticas.

Porque la pregunta del millón sigue siendo la misma irresoluble: ¿Nos da la cultura la libertad? Habría que afinar mucho. La cultura es tan versátil y manejable como el idioma o la imagen. Quién te puede manipular con la palabra también te clavará, llegado el caso, un puñal en la espalda. Lo que debemos aprender y enseñar es a ser libres de pensar, a elegir nuestra forma cultural, a filtrar las informaciones que nos vienen del exterior y que casi siempre son interesadas. Ese es el quid de la cuestión. Eso es lo que los poderes fácticos no quieren tener: ciudadanos librepensadores, porque entonces serán libres de cargas y podrán denunciar los mal utilizados privilegios de la casta poderosa. La tentación  de consumir parcelas de libertad del ciudadano nunca cesa, simplemente adopta diversos formatos. «Diario Palentino, 18 de enero de 2009»