Uniformad/Manipulad

Tal vez un poco desapercibida haya pasado para el público general la película titulada La Ola, en la que un profesor experimenta como se puede manipular masas humanas llegando a través de un individualismo colectivo al establecimiento de pautas de orgullo común .

De creernos y querer ser diferentes a los demás vamos formando ideologías distanciadoras de otros grupos humanos que pueden llevarnos a situaciones como los nacionalismos extremos, los separatismos o miserias mentales del mío es mío y de los míos. En vez de sentirnos ciudadanos del mundo y pensar que podemos, si queremos, vivir en cualquier parte y llevarnos bien con cualquier vecino de cualquier latitud, sentimos como una especie de fuerzas mezquinas nos empujan a apasionarnos por defender miserias humanas, materiales o providenciales de menor entidad. Mis cosas, mi ciudad, mi pueblo, mis tierras, hasta incluso el otro día escuché “Mi caja de ahorros” en un acalorado debate sobre la controvertida fusión que solamente esconde intereses personales, localistas y políticos, todos muy lejos del interés general, incluso del que se aferraba a “su Caja” porque tenía su libreta en ella.

Y como de cara la próximo curso pronto comenzarán los debates propios de la enseñanza con el encontrado análisis destructivo-político-coyuntural, y con independencia de que sea una solución estupenda establecer la obligatoriedad de utilizar uniforme en las aulas, para igualar socialmente y evitar estupideces de modas y “marcas” que tanto deforman la personalidad de los adolescentes, no debiéramos olvidar que el acento en la formación de los futuros ciudadanos está en la tierna infancia y que es más importante no ser un ciudadano manipulable y encorsetado que saber muchas matemáticas.

Porque la pregunta del millón sigue siendo la misma irresoluble: ¿Nos da la cultura la libertad? Habría que afinar mucho. La cultura es tan versátil y manejable como el idioma o la imagen. Quién te puede manipular con la palabra también te clavará, llegado el caso, un puñal en la espalda. Lo que debemos aprender y enseñar es a ser libres de pensar, a elegir nuestra forma cultural, a filtrar las informaciones que nos vienen del exterior y que casi siempre son interesadas. Ese es el quid de la cuestión. Eso es lo que los poderes fácticos no quieren tener: ciudadanos librepensadores, porque entonces serán libres de cargas y podrán denunciar los mal utilizados privilegios de la casta poderosa. La tentación  de consumir parcelas de libertad del ciudadano nunca cesa, simplemente adopta diversos formatos. «Diario Palentino, 18 de enero de 2009»

Uniformad/Manipulad

Tal vez un poco desapercibida haya pasado para el público general la película titulada La Ola, en la que un profesor experimenta como se puede manipular masas humanas llegando a través de un individualismo colectivo al establecimiento de pautas de orgullo común .

De creernos y querer ser diferentes a los demás vamos formando ideologías distanciadoras de otros grupos humanos que pueden llevarnos a situaciones como los nacionalismos extremos, los separatismos o miserias mentales del mío es mío y de los míos. En vez de sentirnos ciudadanos del mundo y pensar que podemos, si queremos, vivir en cualquier parte y llevarnos bien con cualquier vecino de cualquier latitud, sentimos como una especie de fuerzas mezquinas nos empujan a apasionarnos por defender miserias humanas, materiales o providenciales de menor entidad. Mis cosas, mi ciudad, mi pueblo, mis tierras, hasta incluso el otro día escuché “Mi caja de ahorros” en un acalorado debate sobre la controvertida fusión que solamente esconde intereses personales, localistas y políticos, todos muy lejos del interés general, incluso del que se aferraba a “su Caja” porque tenía su libreta en ella.

Y como de cara la próximo curso pronto comenzarán los debates propios de la enseñanza con el encontrado análisis destructivo-político-coyuntural, y con independencia de que sea una solución estupenda establecer la obligatoriedad de utilizar uniforme en las aulas, para igualar socialmente y evitar estupideces de modas y “marcas” que tanto deforman la personalidad de los adolescentes, no debiéramos olvidar que el acento en la formación de los futuros ciudadanos está en la tierna infancia y que es más importante no ser un ciudadano manipulable y encorsetado que saber muchas matemáticas.

Porque la pregunta del millón sigue siendo la misma irresoluble: ¿Nos da la cultura la libertad? Habría que afinar mucho. La cultura es tan versátil y manejable como el idioma o la imagen. Quién te puede manipular con la palabra también te clavará, llegado el caso, un puñal en la espalda. Lo que debemos aprender y enseñar es a ser libres de pensar, a elegir nuestra forma cultural, a filtrar las informaciones que nos vienen del exterior y que casi siempre son interesadas. Ese es el quid de la cuestión. Eso es lo que los poderes fácticos no quieren tener: ciudadanos librepensadores, porque entonces serán libres de cargas y podrán denunciar los mal utilizados privilegios de la casta poderosa. La tentación  de consumir parcelas de libertad del ciudadano nunca cesa, simplemente adopta diversos formatos. «Diario Palentino, 18 de enero de 2009»

Cumplir años

Se atribuye a Jhon Lennon una sabia reflexión: “La vida es lo que te va sucediendo mientras vas haciendo tus planes”. Las frases sabrosas flotan en el aire, los autores quedarán en el olvido y lo dicho será patrimonio común, pudiéndose utilizar por tanto sin temor a la SGAE.

Y lo que con normalidad repetimos a la ligera, en un momento determinado de nuestra vida nos cala como una daga la verdad que contiene el aserto. Hoy cumplo un año más de la mía. Un aniversario que, durante muchos meses, el 2009 me ha hecho dudar que llegaría a tiempo de vivirlo. Mi familia, mis amigos y yo, a coro volvemos a llorar hoy por la emoción de poder estar celebrando mi cumpleaños, virtualmente aún, pero conmigo en vida.

Bajo este frío mesetario y su crueldad invernal siempre pensé que todo el montaje festivo y bullicioso de fin de año, además de ser gratamente interesante a los fines comerciales, suponía un arrastre afuera de las melancolías, poniendo luces de colores a la oscuridad de las noches prematuras, sonidos melódicos a la tristeza de los relojes que marcan las cinco de la tarde cuando el sol está ya  totalmente caído hasta que el nuevo y escueto día suceda.

En la historia se habla de años buenos o malos según la economía, las victorias, la demografía, la producción, los descubrimientos y avances. En los vinos se habla de añadas, en el campo de cosechas, en la vida de las personas los peores años son los luctuosos, los mejores responden a golpes de suerte, logros, naceres y renaceres.

Con mi traspiés del 2009 yo he salido ganando, al menos tres fechas de aniversario para celebrar cada año. Tal día como hoy en el que me alumbró mi madre, el día que nació mi hermano, generoso donante de mi nueva médula ósea y causante de mi recién estrenado grupo sanguíneo, y el día en que el exitoso trasplante me renació un poco charra, además de palentina por mi primer nacimiento y valdaviesa por razón de casta.

Pero no solo he ganado eso, que es muchísimo, también que al sentirme tan querida, arropada y mimada por tantísimas personas, considero mi victoria ante la muerte un logro compartido de todo un ejército enviándome al unísono su recuerdo y sus buenos deseos. En ningún momento me he sentido triste ni sola. Gracias, gracias, gracias, os quiero a todos. Feliz 2010. «Diario Palentino, 3 de enero de 2009»

Cumplir años

Se atribuye a Jhon Lennon una sabia reflexión: “La vida es lo que te va sucediendo mientras vas haciendo tus planes”. Las frases sabrosas flotan en el aire, los autores quedarán en el olvido y lo dicho será patrimonio común, pudiéndose utilizar por tanto sin temor a la SGAE.

Y lo que con normalidad repetimos a la ligera, en un momento determinado de nuestra vida nos cala como una daga la verdad que contiene el aserto. Hoy cumplo un año más de la mía. Un aniversario que, durante muchos meses, el 2009 me ha hecho dudar que llegaría a tiempo de vivirlo. Mi familia, mis amigos y yo, a coro volvemos a llorar hoy por la emoción de poder estar celebrando mi cumpleaños, virtualmente aún, pero conmigo en vida.

Bajo este frío mesetario y su crueldad invernal siempre pensé que todo el montaje festivo y bullicioso de fin de año, además de ser gratamente interesante a los fines comerciales, suponía un arrastre afuera de las melancolías, poniendo luces de colores a la oscuridad de las noches prematuras, sonidos melódicos a la tristeza de los relojes que marcan las cinco de la tarde cuando el sol está ya  totalmente caído hasta que el nuevo y escueto día suceda.

En la historia se habla de años buenos o malos según la economía, las victorias, la demografía, la producción, los descubrimientos y avances. En los vinos se habla de añadas, en el campo de cosechas, en la vida de las personas los peores años son los luctuosos, los mejores responden a golpes de suerte, logros, naceres y renaceres.

Con mi traspiés del 2009 yo he salido ganando, al menos tres fechas de aniversario para celebrar cada año. Tal día como hoy en el que me alumbró mi madre, el día que nació mi hermano, generoso donante de mi nueva médula ósea y causante de mi recién estrenado grupo sanguíneo, y el día en que el exitoso trasplante me renació un poco charra, además de palentina por mi primer nacimiento y valdaviesa por razón de casta.

Pero no solo he ganado eso, que es muchísimo, también que al sentirme tan querida, arropada y mimada por tantísimas personas, considero mi victoria ante la muerte un logro compartido de todo un ejército enviándome al unísono su recuerdo y sus buenos deseos. En ningún momento me he sentido triste ni sola. Gracias, gracias, gracias, os quiero a todos. Feliz 2010. «Diario Palentino, 3 de enero de 2009»