Tribulaciones de un alcalde de pueblo

Los “cementerios” de residuos industriales, sean nucleares o no, son la cara b del bienestar, algo hay que hacer con el material no reciclable que nos permite vivir como vivimos. Y como en todo los demás aspectos de la vida, quién más tiene y quién más puede se quita los marrones de encima, aunque sea pagando.
Hace tiempo que se viene oyendo que el campo castellano estaba en los mapas europeos destinado a tales finalidades. ¡Y qué mejor argumento convincente que pagar bien a quienes ofrezcan una localización! Como el hambre y las ganas de comer suelen coincidir, nos encontramos a los alcaldes de nuestros pequeños pueblos, cada día más ignorados y menguantes, que se tirarían de la torre abajo con tal de poder suministrar a sus vecinos el bienestar que merecen.
La gran empresa o la poderosa administración se presentan de pronto como Mr. Marshall, cargaditos de regalos y recursos sine die. ¡Cuántas cosas se podrían hacer con todos esos medios! Piensa para sí, el meditabundo regidor. Y en su soliloquio puede llegar a disentir con los vecinos a quienes pretende beneficiar, e incluso a desacatar la consigna de las siglas del partido que representa. El sueño del paracaídas que cae del cielo colmando todas las necesidades se repite una y otra vez.
Estos grandes alcaldes de pequeños pueblos que tienen que pelear día a día con administraciones de despachos alfombrados, que oyen que la FEMP reclama derechos de reparto que solo llegan para los grandes, que reciben directrices de los órganos centrales de su partido en el que siempre hay un encargado de darles palmaditas en la espalda en vísperas de las elecciones, pero que están más solos que la una frente a la escasez, son carne de cañón y sucumben a la tentación de vender su alma al diablo por un puñado de lentejas.
La cuestión radica en que la soberanía municipal acaba en el límite del término municipal, que a su vez linda con otro o varios términos, pudiendo extender los efectos de sus decisiones a espacios mucho más extensos que los que abarca la jurisdicción del regidor local.
Seamos serios, los asuntos de calado nacional, incluso europeo deben ser tratados con pulcritud y planificación, no soltando patatas calientes. «Diario Palentino, 14 de febrero de 2009»

Hasta la cocorota

Que pondría Ibáñez en boca de su personaje Mortadelo.

Hasta la cocorota nos tienen los “presuntos” , léase Otegui, De Juana, o cualquiera de los conocidos y desconocidos de la jarca dilapidadora de bienes públicos utilizando la justicia a través de trampas. Justicia pública, constitucional y gratuita que pagamos todos con el sudor de nuestros impuestos.

Cuando en Sala de justicia la Juez Ángela Murillo, visiblemente hasta las narices de la comedieta proetarra del “presunto” le respondió con aquél “¡por mí, como bebe vino!”, casi seguro que a muchas personas se nos vino a la mente aquél otro irredento “¿Porqué no te callas?”.

En la mente del oyente ambos sonaban ya igualmente a hartazgo, a paciencia desmesurada para tan ínfimos personajes que no merecen ni el respeto corriente de ser escuchados.

Para los puristas de las formas y las composturas estas salidas poco ortodoxas, se supone que, empañan un poco el prestigio de quién las confiere entendiendo qué como magistrada o como persona regia, respectivamente, debieran morderse la lengua y comedir  a sangre y fuero sus “prontos”, que diría mi abuela.

Pero hay quién como persona merece todo el respeto y con carácter general así es para cualquiera ser humano y hay quién pertinazmente va consiguiendo perderlo motu propio. Y desde luego hay quiénes se empeñan en rebajarse a la categoría de “gentecillas” despreciables que hacen burla, uso y abuso de lo que los demás respetamos como lo más sagrado.

Si Otegui se pone en huelga de hambre es una suerte, ojala, por envidia o seguimiento ciego del maestro de los rituales macabros se pusieran todos los proetarras y se dejaran morir ellos solitos en una operación de autolimpieza social, pero Otegui tiene mucha masa mollar física y mental de donde tirar hasta que acabe esas mantecas, beba agua, vino o del mismísimo fayri de fregar. Él si que se ríe de todos nosotros, de nuestros impuestos que mantienen el aparato de justicia democrática que le juzga con esmero y le mantiene. Nos aterran, nos chulean, y además se ríen. «Diario Palentino, 31 de enero de 2010»

Hasta la cocorota

Que pondría Ibáñez en boca de su personaje Mortadelo.

Hasta la cocorota nos tienen los “presuntos” , léase Otegui, De Juana, o cualquiera de los conocidos y desconocidos de la jarca dilapidadora de bienes públicos utilizando la justicia a través de trampas. Justicia pública, constitucional y gratuita que pagamos todos con el sudor de nuestros impuestos.

Cuando en Sala de justicia la Juez Ángela Murillo, visiblemente hasta las narices de la comedieta proetarra del “presunto” le respondió con aquél “¡por mí, como bebe vino!”, casi seguro que a muchas personas se nos vino a la mente aquél otro irredento “¿Porqué no te callas?”.

En la mente del oyente ambos sonaban ya igualmente a hartazgo, a paciencia desmesurada para tan ínfimos personajes que no merecen ni el respeto corriente de ser escuchados.

Para los puristas de las formas y las composturas estas salidas poco ortodoxas, se supone que, empañan un poco el prestigio de quién las confiere entendiendo qué como magistrada o como persona regia, respectivamente, debieran morderse la lengua y comedir  a sangre y fuero sus “prontos”, que diría mi abuela.

Pero hay quién como persona merece todo el respeto y con carácter general así es para cualquiera ser humano y hay quién pertinazmente va consiguiendo perderlo motu propio. Y desde luego hay quiénes se empeñan en rebajarse a la categoría de “gentecillas” despreciables que hacen burla, uso y abuso de lo que los demás respetamos como lo más sagrado.

Si Otegui se pone en huelga de hambre es una suerte, ojala, por envidia o seguimiento ciego del maestro de los rituales macabros se pusieran todos los proetarras y se dejaran morir ellos solitos en una operación de autolimpieza social, pero Otegui tiene mucha masa mollar física y mental de donde tirar hasta que acabe esas mantecas, beba agua, vino o del mismísimo fayri de fregar. Él si que se ríe de todos nosotros, de nuestros impuestos que mantienen el aparato de justicia democrática que le juzga con esmero y le mantiene. Nos aterran, nos chulean, y además se ríen. «Diario Palentino, 31 de enero de 2010»