Tanta gente sola

        A medida que cumplimos años las posibilidades de relación social merman. La familia de origen se dispersa, los hijos, quien los tenga, vuelan y tendremos nietos por Skype. La jubilación nos borra el mapa laboral y con él las relaciones. Si ya cumplimos muchos, muchos años, los amigos y conocidos de nuestra edad van cascando, hay que renovar. El vecineo cambia porque la gente se muda, o nos mudamos; no habrá cháchara de esquina al ir a comprar el pan. También nos volvemos rancios, más exigentes y aguantamos menos las pamplinas; tonterías las justas. Junto al debate sobre las pensiones se habla de la edad de jubilación y pirámide de población. Mucho viejo y poco joven. Pero lo que nos espera a los hoy sesentañeros de aquí a veinte o treinta años, además de pastillas, piezas dentales y audífonos, es toda una vida por delante, hay que ponerse las pilas y comenzar un proyecto largo, lo que no hace tanta gente que dice sentirse sola y está empeñada en revivir su pasado o hacerse dependiente emocional de una familia que ya ha creado sus propias ramas. No obstante, hay otras soledades; la buscada es un alivio para quien goza de su tiempo consigo mismo sin tener que dar explicaciones, léase asociales, ermitaños, creadores introvertidos y otras hierbas. Distinto es el aislamiento que acaban padeciendo otros especímenes, gorrones, pedigüeños y aprovechados, que solo buscan víctimas de quien sacar lo que puedan y andan prestos a pegar mangas hasta que los atracados ponen patas, corren la voz y levantan un muro protector. Y por último están los incomprendidos, los deprimidos, los egoístas, los raros, los violentos, los que no huelen bien, los pesados, los lamentosos, los tacaños y quienes han espantado a todo el mundo a su alrededor con su conducta. ¿Eres un solitario involuntario? Háztelo mirar.

Diario Palentino, 28 de noviembre de 2021

 

Hoy es domingo, brindemos

     «Necesitamos la proximidad y el contacto con nuestros congéneres para segregar las endorfinas que nos relajan y estimulan nuestro sistema inmunitario», dice Robin Dunbar, reconocido sociólogo y antropólogo de la Universidad de Oxford. Hasta ahí, casi nada nuevo, pero añade: «Los grupos sociales de primates confían en la unión para mantener la coherencia social, y para los humanos, aquí es donde una botella compartida de vino juega un papel poderoso», afirma, «porque las relaciones sociales nos protegen contra las amenazas externas y las tensiones internas, como el estrés. El consumo de alcohol podría ser clave en la supervivencia de la especie». El ilustre no entra en razones médicas ni en cuantías, ese es otro apartado a detallar. Pero, bueno, esta teoría nos sirve para justificar el exorbitado incremento de la demanda de bebidas alcohólicas durante el confinamiento: cervezas 86,5 %, vino 73,4 % y bebidas «espirituosas» un 93,4 % respecto a la misma semana de 2019 (Mº de Agricultura, datos del 6 al 12 de abril de 2020). Los sanitarios se esfuerzan en avisar de la imprudencia, pero las endorfinas nos hacen falta ante la carencia de vida social, baile, risas y abrazos compartidos. ¿Qué hace más daño la angustia o una copa de vino? Hacer botellón o tomar el vermut a través de Zoom es ya una cita obligada, una pauta en la agenda que esperamos con ilusión. Vernos, brindar, conversar en línea o tomar un rico aperitivo produce bienestar, no es lo mismo que en terraza o en una tasquita, pero ayuda a olvidar por unos momentos la turra del coronavirus y espanta el temor. Cierto es que no es obligatorio beber alcohol, quien se cuide que tome cero-cero o el humilde mosto infantil de toda la vida, lo importante es elegir en todo momento aquello que elimina la ansiedad y nos hace felices. ¡Salud!

diario Palentino, 17 de mayo de 2020.10

«El escándalo de las mutuas patronales» (Otra fuga incontrolada)

  ( No es de hoy pero mantiene su actualidad, por desgracia)

VICENÇ NAVARRO

La mayoría de la ciudadanía no conoce ni está informada sobre las Mutuas Patronales de Accidentes y Enfermedades Laborales, que tienen un enorme poder. Sus decisiones afectan al bienestar y calidad de vida de la mayoría de la población trabajadora en el país. Son mutuas establecidas para compensar a las familias de los trabajadores que mueren en accidentes laborales, o quedan incapacitados temporal o permanentemente como consecuencia de aquellos accidentes, o enferman como resultado de causas laborales.

Las cantidades que tales mutuas manejan son enormes. En 2010, la diferencia entre los ingresos y los gastos fue la impresionante cifra de 5.000 millones de euros. Estos fondos son gestionados por representantes del mundo empresarial que son también los que, en la práctica, gestionan los criterios de compensación a los trabajadores y el criterio de definir si las causas de la muerte, de incapacidad y/o enfermedad son laborales o no. Es esta capacidad de definición la que les da un enorme poder, que hasta hace muy poco no se ha cuestionado.

Como resultado de este poder, España se encuentra en una situación única en los países de la OCDE (el club de países más ricos del mundo): la de no haber tenido ninguna muerte debido a una enfermedad por causa laboral en 2000, en 2001, en 2002, en 2003 y en 2004. Y en 2005, por primera vez, tres personas –según las cifras oficiales aportadas por tales mutuas– murieron por enfermedades laborales. Este número no ha variado desde entonces. En el año 2009 continuaban siendo tres. Ningún otro país de la OCDE se encuentra ante esta situación de subregistro tan importante de mortalidad debido a enfermedades laborales. Sigue leyendo