Acaba y empieza

        La necesidad de tener todo contado y clasificado es una de las características más peculiares de la especie humana, porque tener el control del entorno es lo que más seguridad nos da. La historia de la humanidad recoge múltiples intentos de contar el tiempo, calendarios lunares, solares, astronómico, juliano y por fin el actual, gregoriano, vigente desde el s.XVI. Calendario viene de la calenda romana, el temido primer día de luna nueva en que pasaba el cobrador de deudas con su librito de contabilidad o calendarium. Hacer cuentas es una constante en la mente humana, contamos el dinero, las posesiones, el número de hijos, de hermanos, de parientes, contamos los días que nos faltan para las vacaciones o para la jubilación o para dar a luz, o los años para acabar con la hipoteca, contamos uno más en cada cumpleaños. Pero sin tanta precisión y de forma imperceptible también hacemos otro tipo de cuentas más sutiles, balanceamos entre lo que damos y lo que recibimos, entre lo que amamos y lo que nos quieren, lo que escuchamos y lo que nos comprenden, dar y recibir es la cuenta más difícil de equilibrar. El agradecimiento es el broche de oro para quien nos da. Cada comienzo de año elaboramos con entusiasmo la consabida lista de buenos propósitos, lo que no hacemos con tanta claridad es el balance del que acaba, que casi siempre se cierra en falso. Cuesta sentarse un par de horas a escarbar en la memoria y volver a sentir en el cuerpo las emociones de los momentazos y de los momentuchos para resolver lo que quedó pendiente, para mirar de frente los asuntos inconclusos antes de abrir nueva página lastrada de sensaciones enquistadas que clamarán por salir en cualquier formato. Siéntate a sentirte. Feliz año.

«Diario Palentino, 31 de diciembre de 2017»

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