Cada día leemos noticias sobre atentados mortales en diversas partes del mundo. Lo leemos o lo escuchamos como un rugido de fondo que nos disgusta pero al que no prestamos mayor atención. Allá, en nuestro inconsciente lo sentimos como cosas que pasan en esos países bárbaros. Lo malo viene cuando el ataque asesino ocurre a la puerta de casa, entonces se nos encoje el corazón y no sin cierto morbo nos pegamos al televisor para no perder detalle por horrendo que sea de esa masacre inhumana que vivimos como injusta y temible. Es entonces cuando nos sale la sombra negra que todos llevamos reprimida dentro del alma y se nos desatan unos terribles e incontrolados deseos de venganza, queremos que se inflija a los responsables los mayores sufrimientos inimaginables, que los corten la piel a tiras, que envuelvan sus cadáveres en piel de cerdo y sean enterrados en lugares secretos para que no puedan llegar al paraíso donde les esperan decenas de vírgenes. No me lo estoy inventando, así reza un curioso vídeo fruto de la rabia repentina que circula por wasap. Porque el primer impulso de nuestra sombra defensiva es aplicar el ojo por ojo. El ánimo justiciero dispara el convencimiento de que el que la hace la paga. Así es como lo han vivido ellos, los yihadistas. En ese lugar de la sombra de la mente se han quedado después de que por orden de José María Aznar y sin preguntar a los españoles fuéramos a bombardear a sus inocentes familias convirtiendo sus propias casas en ratoneras de dolor y muerte. Quiere el susodicho ahora distraer la atención de la causa, que también lo fue del 11M, y dar argumentos a los suyos aludiendo al mito de la recuperación de Al-Andalus. Aquella guerra injusta y asesina sigue haciéndonos pagar la mala sombra y la soberbia de aquél infausto gobernante que aún hoy tiene la osadía de intentar emborronarlo todo para desviar la atención de su total culpa. No la hagas, no la temas.
«Diario Palentino, 20 de agosto de 2017»