“Crecer a cualquier precio, un dinámica peligrosa”
Para valorar cómo cambia una sociedad lo mejor es escuchar a dos generaciones. Dicen quienes rondan la jubilación que los jóvenes vienen pisando fuerte. Así dicho y sin profundizar suena bien, induce a pensar en esfuerzo, preparación, dedicación y voluntad de trabajo con esmero. El pero asoma cuando “pisando fuerte” se convierte en pisándolo todo, pisando cabezas, dando codazos, acosando a los compañeros o vendiendo humo. Se oye decir a profesionales, bien considerados durante su etapa laboral, que han optado por prejubilarse al no comprender la conducta de los colegas que vienen detrás, sus reacciones, su falta de seriedad y de compromiso con la profesión, que culpan a los propios compañeros de sus malos quehaceres, se dan un autobombo desmesurado por casi nada, el pelotilleo descarado a quienes les pueden promocionar, la molestia de la mueca de dientes siempre presente en un gesto aderezado de falsa sonrisa de aquí no pasa nada, te estoy jodiendo pero de buen rollito.
Debiera preocupar a la sociedad que esta forma competitiva de comportarse a cualquier precio vaya creciendo tan deprisa. Siempre hubo jetillas, embaucadores y traposos, sobre todo en esta nuestra tierra de pícaros tan bien descritos por nuestros clásicos, pero ahora con la sofisticación de las relaciones sociales y la publicidad estos individuos amorales lo tienen más fácil y de hecho exprimen todas las posibilidades. Existen en la actualidad tantas formas de venderse que, por ejemplo, una buena web puede inducir a pensar que lo que hay detrás es igual de bueno y de solvente, puede que sí, puede que no. Normalmente detrás de un pavo real solo hay necedad, o sustancia para un caldo de cocido.
Por supuesto no todos son así, todavía hay un porcentaje alentador de jóvenes dotados de calidad humana y valores personales que se compromete seriamente con su trabajo, que son buenos compañeros dispuestos a ayudar si es necesario, que proponen mejoras en su nivel, son honestos y además, muy, muy valientes porque para mantener su compostura tienen que lidiar con las envidias y el trampeo de los fraudulentos molestos por la afrenta de quien cumple bien con su deber que los miran como una amenaza, hay que desprestigiarles, rebajar su estima en el grupo y de paso acecharles por si al despiste hay que apropiarse de lo bueno de su trabajo.
«Diario Palentino, 12/05/2017»