“Si te perdona Dios, te quedas tan a gusto que puedes volver a dañar sin culpa”
Está demostrado que el ser humano es empático y altruista por naturaleza y es el entorno lo que transforma las conductas. Un bebé llora por mimetismo si oye llorar a otro bebé, pero un escolar puede ser asertivo o cruel por imitación de sus adultos. En la cultura cristiana se ha derivado la responsabilidad del daño pidiendo perdón a Dios en vez de a la víctima, con una sencilla penitencia se purga la culpa, e incluso se da la licencia moral de perseguir al malvado no creyente y sentirse mejor persona por haber contribuido a la causa, «Es un fallo mental interesante», sostiene Decety. Tan gozoso es el proceso que el ciclo puede repetirse indefinidamente y seguir considerándose bondadoso y justo. Pero, llega de nuevo la maldita ciencia pateando axiomas ancestrales y con fiables estudios demuestran que los hijos de familias creyentes son menos altruistas y tolerantes, tienen mayor tendencia a juzgar a los demás con base en sus propias normas moralizantes y su condena hacia los otros es mucho más severa que si se trata de hijos de agnósticos o ateos.
Racismo, xenofobia y persecución generalizada a quien no pertenece al propio club es la forma habitual de juzgar para curas y seglares que lanzan cada día sus consignas contra la libertad de las mujeres, contra los homosexuales, contra otras religiones, contra los inmigrantes, contra todo lo que se mueva fuera del control riguroso del corsé en el que se sienten tan ajenos a la culpa. Cuantas más pautas y estrictas normas de conducta contenga el dogma más fácil será recurrir a él para resolver todo tipo de problemas, desde los familiares o de pareja hasta para decidir el voto político. Un amplio manual con poder coercitivo moral evita tener que pensar, con lo que eso duele para algunas personas. De hecho más de sesenta estudios demuestran que ateos y agnósticos poseen mentes más despiertas para el pensamiento abstracto, para improvisar soluciones y resolver situaciones de dificultad beneficiosas para el grupo humano. Si bien se reconoce el poder balsámico de la fe para los creyentes en las situaciones de desesperanza, la oración es un mantra relajante. La conclusión de los investigadores es que “las sociedades secularizadas son más pacíficas y generalmente más ‘sanas’ que las de aquellos países que se anclan en valores religiosos.
«Diario Palentino, 17/07/2016»