“Sobrevivir en custodia compartida ¿mejora la calidad humana de futuros adultos?”
Recientemente, el Tribunal Supremo ha determinado que en las separaciones matrimoniales, como norma general, se aplicará la custodia compartida o reparto del tiempo de convivencia de los menores con cada progenitor. Cierto es, que algunos padres jóvenes asumen las responsabilidades paternales y se ocupan de sus vástagos, todavía de aquella manera, con más autoritarismo que comunicación y delegando, a ser posible, las rutinarias tareas cotidianas de alimentación, vestido, colegio, actividades y… escuchar, sobre todo escuchar.
El síndrome de alienación parental, inventado por asociaciones de separados cuyo último doble objetivo es económico, y maltratar a su ex en diferido quitándole los hijos de sus entrañas, ha cundido en la jurisprudencia de las alturas, ocupada, como no podía ser de otra manera, por hombres. Las mujeres nos chutamos el embarazo, un parto, una lactancia, muchas horas de molestias y/o sin dormir, perdemos nuestra carrera profesional, nos privamos de tiempo para nosotras, lo sacrificamos todo a la maternidad. Ellos, se limitan a echar un polvo placentero para vanagloriarse y demostrar que son machos válidos, lo necesita su ego. Pero luego, hasta tal punto les importa un bledo su prole, que la someten a un estrés de vida irregular que dejará una mella irreparable en su personalidad.
Como almendreros viajan, los niños y las niñas, con sus mochilitas de ropa y libros, una semana aquí, otra allá, desconcertados, no tienen seguridades de donde abrirán el ojo cada mañana al despertar, si van a ver a su mamá o a la madrastra que les ha proporcionado su papá, o a la abuela paterna, ahora encargada de volver a criar. Más difícil todavía si son madre y padre en alternancia quienes comparten la vivienda en la que se quedan los pequeños, una semana cada uno para que los menores no se muevan. La convivencia infernal, la maledicencia, el malmete y los rebotes sobre quién dejó la ropa sucia, tienen que crear un envidiable y armonioso clima de convivencia, no digamos si alternan también en la misma cama con sus añadidas parejas.
Tener hijos en común, otra vez, se ha convertido en una grave amenaza de sufrimiento para las mujeres. Otra vez nos quieren de paridoras. A las niñas de mi familia recomiendo una fecundación pagada, que los hijos sean suyos, y luego, ya se echarán pareja/s, o nada.
«Diario Palentino, 31/01/2016»
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