Una guerra de ida y vuelta (Sobre el terrorismo de ISIS)

isisisiliraqmn905_optExtraño juego: unos venden las armas a quienes les van a atacar con ellas

                Las insidias de EEUU se acaban sabiendo mediante filtraciones o descriptivos documentales que llaman la atención un rato y luego se archivan. Nadie juzga a los insidiosos, a pesar de que las consecuencias hayan sido terroríficas para buena parte de la humanidad.

                El terrorismo yihadista es el resultado de decenas de años de artimañas y conspiraciones de EEUU, Gran Bretaña, Israel y Arabia Saudí, entre otros. Al-Qaeda fue patrocinada con todo lujo de recursos para intervenir camufladamente en la guerra que mantuvo Afganistán contra la Unión Soviética en tiempos de Ronald Reagan. La CIA creaba campos de entrenamiento en Pakistán, el mismo Osama Bin Laden fue reclutado y entrenado como guerrillero. Años más tarde, y vista la eficacia de la estrategia, aparece el Estado Islámico o ISIS, creado como una rama de Al-Qaeda bajo los auspicios de la CIA, el Mossad israelí, el M16 británico  y los servicios inteligencia de Pakistán y Arabia Saudí, para luchar junto a los rebeldes sirios con el propósito de derrocar el gobierno de Bashar al Assad y la aviesa intención de causar los mayores estragos en Siria e Irak. Hasta “Las brutales decapitaciones realizadas por los terroristas de ISIS, forman parte de los programas de entrenamiento patrocinados por la CIA en campos de Arabia Saudita y Qatar y cuyo objetivo es causar pavor y conmoción”, señala el profesor y economista canadiense, Michel Chossudovsky. Extraño juego; incitan, arman, reclutan, entrenan y dirigen grupos terroristas que luego se desmarcan atacando fuera de su contexto. O, acaso, también eso estará premeditado para justificar un acercamiento veloz hacia un estado policial de ámbito mundial.

                Lo cierto es que la forma de actuar de este terrorismo disperso crea tensión y desconfianza, es aleatorio y sorpresivo, no atiende a reglas. Las vacaciones a la vuelta de la esquina y de fondo las imágenes de una playa regada de  turistas muertos tapados con sus toallas. Estremecedor. Cálido ambiente para estar atentos a los unánimes discursos sobre reforzar la vigilancia y, de paso, limitar los derechos cívicos. Es necesario, dicen. La seguridad ciudadana y todo eso. La guerra global contra el terrorismo. Pero no explican por qué dejaron de vigilar al atacante de Charlie Hebdo, o al de Isère, ambos bajo sospecha policial. O acaso ahora, el monstruo creado ha tomado deriva propia y quiere ser un verdadero Estado.

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