Quedarse callados o gritar

Precisamos una inmensa fuerza individual y social para evitar desgarros irreversibles.

            La reacción de las masas ante las medidas autoritarias de sus gobiernos siempre ha sido un misterio intensamente estudiado por expertos o espontáneos pero sin llegar nunca a una conclusión indiscutible. O paciente silencio o estallido airado.

            Las desigualdades en la Educación y en la Sanidad tiran por tierra las gloriosas conquistas como parte básica de los Derechos Humanos fundamentales indiscutibles y se convierten en el lastre originario de todas las demás desigualdades subsiguientes.

            En el ámbito individual el estrés que crea la inseguridad de tener atendidas las necesidades básicas (alimentación, vivienda, sanidad, educación, trabajo, etc.) es el foco productor de importantes reacciones que condicionan la vida privada, familiar y social de los seres humanos.

            Respuestas desproporcionadamente violentas y agresivas en forma verbal o física, delincuencia de supervivencia (robar para comer), impotencia ante la adversidad y escepticismo para confiar en el futuro, complejos incapacitantes, depresión, falta de motivación y desesperanza generados por la incertidumbre del “mañana” laboral lo que reduce la productividad y la ilusión por el trabajo bien hecho generador de la autosatisfacción personal.

            Estamos inmersos en una etapa de la historia humana que precisa una inmensa fuerza individual y social para evitar desgarros irreversibles. La familia (ahora sí), primera unidad que conocemos al nacer y que nos da los primeros medios de vida y los instrumentos más elementales de lo que seremos en el futuro, está sufriendo los atentados más frontales nunca vistos.

               Esa familia tan cacareada e instrumentalizada con la moralina propia de las derechas más conservadoras y sus pregones religiosos, es ahora la víctima definitiva. Nos están derivando hacia un modelo establecido sobre inconmensurables desigualdades, no solo en el día a día, también incluso en la esperanza de vida. Para largo tiempo esto supone un adiós definitivo a la igualdad de oportunidades.

            No seremos iguales al nacer. Nunca lo fuimos, y menos en una monarquía (hereditaria), pero las diferencias ahora y cada día van siendo mayores. El Estado de Bienestar genera paz social y satisfacción personal, cualquier medida que lo merme es un ataque directo a la igualdad.  Criarse en un medio de ignorancia es una lacra cuasi insuperable que puede generar insalubridad, enfermedades prevenibles, disarmonía, inseguridad, desasosiego, desesperanza de poder desclasarse para llegar donde otros lo hacen, deficiente alimentación, merma en la salud y por tanto en el tiempo de vida saludable en comparación con otros que disponen ab initio de mayores recursos. Las familias con formación planifican la natalidad, organizan su economía, cuidan de la salud y pretenden mejor formación para su prole.

          Una nueva corriente filosófico-social conocida como “Economía del Bien Común” puede que se proponga como una luz (utópica aún) que nos guie hacia un futuro algo más esperanzador. Los que han hablado hasta ahora, ya han dicho todo lo que sabían y han inventado sobre la marcha.

         Hasta la resistencia pacífica va a ser delito en la nuevo Código penal. «Periódico CARRIÓN, 2ª Quincena, abril, 2012» 

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