CURRICULUM SOBRE LA MESA

“Exigir a los candidatos un curriculum personal y profesional previo debidamente certificado, no de trabajo en el Partido, sino en su vida particular”

       Con la quemazón que la ciudadanía manifiesta hacia la clase política el camino nos lleva a un destino inopinable. Y la historia se repite constantemente, lo estamos viendo y lo vemos cada vez que se produce una convocatoria de comicios. Salvo honrosas excepciones que suelen durar poco en el tiempo, y los generosos alcaldes de pueblo que huyen despavoridos a la segunda ocasión, es el momento de mostrar las fauces, ese pistoletazo de salida para las guerrillas internas,  zancadillas, trampas, bulos, maledicencias y otras repelentes y destructivas armas observadas en las conductas de los que suelen salir airosos llevando consigo a sus incondicionales servidores.

Desde los comienzos de la transición, los partidos políticos y los sindicatos, como instrumentos de la democracia, han ido creando una estructura reticular que se va cerrando en torno a contados caciques locales que emulan el entramado de las jerarquías superiores y su senectud. Los ciudadanos nos percatamos de cómo en esos entornos todo se va volviendo rancio, no nos trasmiten optimismo, seguridad, diques inamovibles, lo que hoy es doctrina de fe, mañana es un obstáculo.

El siglo XXI y sus circunstancias nos ha presentado un muestrario de políticos que se desdicen y se contradicen, ejercitan con sobranza “el derecho a evolucionar” y a prescindir de la voluntad popular, una segunda Ilustración, “Todo para el pueblo pero sin el pueblo” y a medida que acrecientan su poder merman los valores que albergan, están hechos a la pelea y padecen el secuestro de una irrefrenable ansiedad de poder, son víctimas ya de la indignidad sumisa a un subidón adrenalínico irrefrenable, es lo que denominan “tener cintura política”, como si fuera una cualidad, sin embargo no se aperciben de que lo que proyectan al exterior es la sombra de “animales políticos”, conseguidores insensibles, totalmente desmemoriados y olvidados de quienes fueron y en qué lugar del camino perdieron aquellos nobles ideales, su combustible juvenil primario y desinteresado convertido en garra que muere matando.

Los que toman conciencia de comenzar a padecer esta esclavitud, acabando su mandato anuncian que se van como una liberación para sí mismos y una dignificación de la vida política.

Es cierto que trabajan mucho, nadie lo duda, pero el poder mantenido o recrecido es una droga dura, mata el humor y la sonrisa sana, frunce el ceño, aísla del mundo de los mortales y envilece.

Si se quisiera optimizar la labor política sería preciso exigir a los candidatos un curriculum personal y profesional previo debidamente certificado, no de trabajo en el Partido y artificiosamente confeccionado, sino en su vida particular, en su capacitación profesional, en su valía para conseguir y administrar el propio chusco, porque quien no es capaz de ganar de comer para sí con sus propios medios despierta susceptibilidades y recelos a la hora de  encomendarle la administración de los recursos ajenos, máxime si son los dineros públicos y el interés de toda la sociedad.

Si las ideologías mediatizan el voto, la confianza en los candidatos aún más. «Periódico CARRIÓN, 16 de septiembre de 2011»

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