¿Solas o emparejadas?

“El emparejamiento ha de ser una situación voluntaria y no responder a un estado de necesidad”

Dice mi Doctorita Caballero, a quien tanto amo por deberla buena parte de mi renacimiento, que “Saber vivir es saber casar”. Y aunque tiene un gran contenido de verdad en los ecos tradicionales de otros tiempos, puede que este refrán castellano sea excesivo para hoy día en que también, entiendo yo, se puede vivir fenomenalmente en estado de soltería o de sus otras modalidades conocidas en el argot popular como “single”, palabreja inglesa multiuso que, aunque en su versión original signifique “sencillo”, en la praxis y aplicada al tema que nos ocupa cobija multitud de estados civiles, para que nos entendamos: viudedad, separación, divorcio, soltería o cualesquiera de sus trances.

Y como también se dice que “más vale vivir solo que mal acompañado” el dilema siempre es el mismo: ¿solas o emparejadas? Ni contigo ni sin ti. En ocasiones unas miran a las otras y otras miramos a las unas, y como es norma en la condición humana esconder nuestros desasosiegos ante los ojos mirones, a las observantes nos parece que las del otro estado están mejor y viceversa, o a ratos.

Lo cierto es que no hay pauta que para todas valga, porque toda relación de pareja en convivencia depende de dos partes y por tanto la fortuna o el fracaso no es de responsabilidad unilateral, unas veces por ser causante o motor y otras por dejarse llevar para bien o para mal.

En cualquier caso, tanto para permanecer en una relación como para romperla llegado el momento necesario, e incluso para no fraguarla, no hay que perder de vista el factor más importante: SABER VIVIR EN SOLEDAD. Si una persona domina el arte de estar centrada siempre en su eje, de saber dónde se ubica su “yo” personal, de estar a gusto consigo misma y no depender ni material ni afectivamente de nadie, entonces tiene todas las de ganar en cualquier formato civil que adopte. Y cuando digo ganar no me refiero al desenlace final de una pugna, sino simplemente a conseguir estabilidad, placidez, equilibrio y bienestar en el estado de elija.

Lo que está claro es que el emparejamiento ha de ser una situación voluntaria y no responder a un estado de necesidad. ¡Es que no puedo vivir sola! ¡Es que necesito…! Son consideraciones que llevan al fracaso o a una convivencia bajo mínimos si no forzada, y facilitan el abuso, la esclavitud y la subyugación. Lo valioso es  el poder de gritar: ¡Estoy contigo porque quiero! ¡Porque me gustas! ¡Porque me caes bien! «Periódico CARRIÓN, 1º quincena abril 2011»

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