Imaginación, para afrontar los nuevos retos que todos y cada uno nos proponemos, pero sobre todo los que pertenecen al común de la sociedad. Imaginación para saber con ilusión que no hay mal que cien años dure y que cada día que pasa es un escalón hacia arriba.
¿Es mucho pedir? ¡Tan fácil de conseguir!… y ni siquiera cuesta dinero. «Diario Palentino, 2 de enero de 2011»
Sosiego, sobre todo a nuestros políticos que se están dejando llevar por expresiones impropias de personas educadas, minando su propia credibilidad personal y lo que es peor, contagiando con sus improperios a una clase ciudadana que aún y a pesar de todo, los miramos con esperanza.
Respeto, a los portavoces de la Iglesia Católica y de todas las religiones que a la limón quieren inmiscuirse en las vidas ajenas hasta niveles inimaginables, intentando cohibir, coartar y cercenar lo más valioso de la persona, la Libertad, asaltando aspectos que para nada les corresponde en lo terrenal.
Capacidad para saber desbrozar la maleza y encontrar lo verdadera importante de la vida humana, la salud física, mental y social, el valor de la familia, el calor de los amigos, la sonrisa de los vecinos, los gestos cariñosos de nuestro hijos.
Tolerancia, para mirar con generosidad las razones, argumentos y creencias de los “otros”, aunque no compartamos, y siempre que seamos correspondidos con el mismo trato. De poner la otra mejilla nada, pues siempre les tocaría el bofetón a los mismos. De modo que ante el intolerante procede aplicar su misma medicina y el ostracismo.
Sencillez. Demasiado “egos” circulantes por el mundo representados en divos y divas de la política, del dinero, de los culebrones. Espantajos de ignorancia que no se rozaron jamás con la sabiduría de intuir cual es el momento oportuno de callar.
Calor, además de la temperatura. Calor en las relaciones. Es tal difícil que una sonrisa sea respondida con un gruñido (Aunque siempre hay cabestros sueltos). Nuestros rictus, miradas y gestos trasmiten pura química, quien está enfrente del contacto visual sabe, intuye y huele nuestra estima y acogida.
Comunicación. Aunque nos duela una muela, aunque quisiéramos contar, pero no, aquella cosa que nos atormenta un poquito, si hablamos de otra diferente también sirve de desahogo y si se lo escuchamos al otro, mejor para los dos. La cadena de la comunicación es la medicina del alma.
Justicia, ¡Ya, por favor! Que reluzca de una vez lo más inherente a la capacidad del pensamiento humano, esos valores que nuestra sociedad tan organizada y materialista tiene aparcados en algún polvoriento estante de un bazar chino, allí se nos quedaron olvidados un día que nos enganchamos al sumo consumo irracional y absurdo.