Nos parecen escandalosos por insolidarios y antievangélicos los elevados costes del viaje a sufragar por el erario público –varios millones de euros- en plena crisis económica, con más de ocho millones de pobres, entre ellos cuatro millones de desempleados, recortes en los servicios sociales, reducción de las pensiones y de los salarios de los trabajadores. Gastos tan desmesurados demuestran la insensibilidad del propio papa, de las instituciones públicas y de la propia Iglesia hacia los sectores populares que sufren en sus propias carnes las consecuencias de la crisis de manera más acusada, sobre todo los inmigrantes.