Ciudadanos cómplices

En la clase que nos gobierna se está empezando a llamar “política” a cualquier cosa. El término que describía y según siempre hemos entendido o se nos ha dicho a través de la Academia que vela por nuestro idioma, es: “Arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados” y “Actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos”, pero también “Actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo.”

Hasta aquí sin dudas, lo peor es si seguimos sumando acepciones del mismo Diccionario: “Cortesía y buen modo de portarse.”, “Arte o traza con que se conduce un asunto o se emplean los medios para alcanzar un fin determinado” y por último: “Orientaciones o directrices que rigen la actuación de una persona o entidad en un asunto o campo determinado.”

Se ve que salvo por la alusión a la cortesía o el buen modo de comportase, no se exige otra deontología ni otra conducta ética al político. Cuando leemos en recientes encuestas que la clase política ha pasado a ser la segunda preocupación de los españoles por encima incluso del mismo terrorismo, quedamos impresionados, se nos escapan los improperios y se nos desborda la falta de fe en quienes nos gobiernan.

¿Pero es tan fácil escurrir el bulto? Después de todo en una democracia somos nosotros, los ciudadanos, quienes elegimos a los gobernantes, luego tenemos una gran responsabilidad en lo que nos hagan.

Si se llevan los euros a lo vivo, o trapichean, o malversan o prevarican, o simplemente están a ver que cae, es porque ya su propia elección como candidatos en el seno de los partidos viene viciada por una carencia total de funcionamiento democrático interno y el despliegue de una serie de artimañas que nos ponen en la bandeja de salida a supervivientes y sobachepas que para llegar a ser candidatos ya dominan las “artes políticas” entendidas de “aquella manera”

La siguiente fase es fácil, dejarse llevar por el voto cautivo y salir corriendo del Colegio Electoral para volver al sofá a seguir haciendo zapping. «Diario Palentino, 28 de marzo de 2010»

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