Palencia, sede de bienestar para la senectud se va convirtiendo en ciudad-cárcel para la juventud, cada día son más las prohibiciones. Echamos a nuestros jóvenes que son el relevo generacional en lo laboral y en lo demográfico, pero además les perseguimos con dureza mientras pasan su adolescencia y primera juventud aquí. Lanzarote, Alcalde de Salamanca, mima a sus treinta y cinco mil estudiantes porque sabe que son la sabia, la alegría vital y económica de la ciudad. La policía salmantina, está pero invisible, solo interviene, y con amabilidad, en caso de extrema necesidad.
¿Qué problema ven nuestros gobernantes en que una cuadrilla o varias o muchas, de jóvenes se reúnan en una espacio verde de uso público y alejado de la ciudad, para pasar el rato, bebiendo o no, eso es cosa de cada cual? ¿Acaso es una conspiración que haya que “desactivar”, “interceptar” y otras definiciones que suenan a contundente represión?
La cuerda se ciñe en torno al cuello juvenil. No se permiten libertades, se consideran excentricidades molestas e incívicas, cuasi delictivas. Los jóvenes tienen que estar recogidos como los rebaños, en espacios determinados a tal fin, no pueden corretear libremente por la calles y los espacios comunes, tienen que divertirse como les mande el consejo de ancianos que solo quieren ya tranquilidad para ir acostumbrándose al silencio eterno.
¿Quién da las órdenes? Cabezas que han olvidado su juventud y han cambiado la añoranza por envidia o simplemente que nunca fueron jóvenes, que también las hay, y muchas, en la cadena política de mando.
En los establecimientos además del venenoso y caro “garrafonazo” al que ninguna autoridad pone coto, no hay quien pare de ruido ensordecedor. El campo es de todos y no se molesta a nadie. En vez de colocar contenedores e iluminación en la fuente de la Salud para facilitar la higiene y la seguridad, lo que ordena la municipalidad es hacer “redadas”, “identificaciones”, “fichajes” policiales. De pronto treinta y cinco presuntos delincuentes aparecen de la noche a la mañana con una ficha policial, identificados por hacer uso de su derecho a libertad de utilizar cívicamente los espacios públicos para su divertimento. ¡Qué pena me da! La cutreñez nos está ganando sin remedio.
Enviado para su publicación en «Diario Palentino, 25 de octubre de 2009»
Todos tienen derecho a divertirse,pero este derecho no puede conculcar los derechos de los demás, así de sencillo.
Amigo Marcial, por supuesto. ¿Pero me puede decir qué derecho y de quién conculcan unos jóvenes que se reúnen en un lugar apartado de la ciudad donde no molestan a nadie? ¿O, acaso queremos confundir a los todos los jóvenes con vándalos, incívicos y malhechores?
Los enfrentamientos generacionales son crónicos en la historia, si hacemos caso de los viejos estaríamos en las cavernas. Pero esta actitud tan retrictiva y persecutoria que pretende confundirlo todo para tenerlo controlado, solo es fruto de sociedades envejecidas a la vez que intolerantes y cerradas.
Sanciónese al vándalo y al incívico de cualquier edad, y déjese vivir a los demás. Creo yo.