Cuando se consideraba que la familia modélica era la que formaba una piña, también se decía aquello de madre e hija caben en una camisa. Pero los valores cambian con el tiempo y unos crecen mientras otros merman alarmantemente. Ahora vivimos a tope el momento de las lealtades superiores que se anteponen a las personas, aunque el «Todo sea por…» es, ha sido siempre y será la principal causa histórica de guerras y de conflictos, desde los familiares hasta los internacionales.
Por el bien de los hijos nos divorciamos, por el bien de la empresa nos despiden, por el bien del partido nos sancionan, por el bien de nuestra educación nos castigan, por el bien del pueblo hacemos cualquier cosa, hasta damos golpes de Estado y nos matamos unos a otros, por el bien de nuestras almas nos torturan en vida, por el bien de los negritos hambrientos les damos de comer si se “convierten”, porque «Alá es el más grande» nos autoinmolamos, «Por Dios, por la patria y el rey…»
Nadie, o cada vez menos, hay quien mira a las personas como tales, como seres humanos afectivos, emocionales, que respondemos a sentimientos y pasiones más o menos moderadas, que solo queremos que nos quieran y nos reconozcan nuestra valía y nos respeten nuestro espacio vital, que nos dejen trabajar para ganarnos el pan, y que la vida en sociedad, que supone la renuncia a parte de nuestras libertades, sea compensada justamente en nuestras necesidades y debilidades. Tan sencillo es, como suena.
Pero eso sí que necesitaría de un milagro. Que dejen de decir desde los estrados y los pódium, y los púlpitos, y los salones alfombrados y los órganos de poder y decisión que es por nuestro bien, más osadamente por el bien de la humanidad. «Por el bien de…» como algo abstracto, un escudo mágico con pretensiones de inalterable que permite que un amigo entre impunemente por la puerta de tu confianza y te apuñale por la espalda mientras preparas la ensalada para invitarle a comer.
Y es que, detrás de tanta generosidad y apariencia de Deber, siempre subyace algo mucho mas prosaico, Ego, Poder o simple y tristemente una buen olla de garbanzos que hay que mantener a cualquier precio. Y cuando digo “garbanzos” puede tratarse de las más humildes legumbres a la mesa de gourmet más fascinante. «Diario Palentino, 13 de septiembre de 2009»